sábado, 18 de febrero de 2012

                      JUGANDO CON MONOSÍLABOS



Quienes estén familiarizados o hayan leído mis libros, observarán que este nuevo ejemplar que tienen en sus manos es radicalmente distinto. Ni yo misma hubiese sospechado que pudiera escribir un volumen de estas características. Pero hay acontecimientos que pasan por nuestra vida como tsunamis y nos dejan bajo mínimos. Y partiendo de esta premisa inicié ese ejercicio de jugar con las palabras de igual manera que lo hacía en mi infancia, dejando volar la imaginación mediante esos vocablos que se han ido sucediendo a lo largo de las cuarenta composiciones que conforman la primera parte y donde la nota dominante ha sido la libre asociación de significantes.

Y todo ello caminando por la senda de las palabras pequeñitas, esas mínimas unidades lingüísticas dotadas de significación y así poder experimentar con el lenguaje, dar cabida a una partitura, a la extraña belleza de una fórmula físico-matemática o al planteamiento de un problema... Y nombrar por el puro placer de decir y recordar a músicos, pintores, poetas, filósofos, científicos... Evidentemente, no están todos.

Me he servido de algunos recursos estilísticos como anáforas, onomatopeyas, aliteraciones y en ocasiones me he permitido la licencia, poética o no, de efectuar la descomposición silábica de palabras como Fukushima o algún otro sustantivo o verbo.

En la segunda parte predomina el carácter sistemático, la precisión, el orden, el afán de indagación y búsqueda de significado de esas casi 350 palabras de una sola sílaba, a veces polisémicas, y que permanecen definidas en enciclopedias y diccionarios.

Y sin más preámbulos, les invito a entrar en este juego de nombrar y decir, a conjugar monosílabos conmigo.

                                                                    
                                                                M. S. Latasa Miranda


                                                                         Octubre 2011

Esta es la introducción que acompaña a mi nuevo libro recién publicado y cuya presentación tendrá lugar en la Casa de Cultura de Aoiz el sábado, 14 de abril, a las siete de la tarde .

sábado, 11 de febrero de 2012

De versos y paisajes



Quiero una rosa roja, cualquier año
un doce de febrero.
                           
                                              Julia Guerra
                           


REGÁLAME UNA ROSA
                                             
                                            Julia Guerra


Regálame una rosa
roja como el amor,
 fresca como la lluvia.
En sus hojas la vida
           desterrando
                       a la muerte.

Regálame una rosa
con perfume de paz
inundando la tierra.
En su tallo la fuerza,
la energía del mundo
           venciendo al desamor.

Regálame una rosa
blanca como tu alma,
pura como la luz.
Sus pétalos susurrarán
al viento y habrá nacido
           una esperanza.

Regálame una rosa
           desde tu corazón
                                                           


                             





miércoles, 8 de febrero de 2012

Texto de Charles Dickens


Para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Charles Dickens, un pequeño fragmento de una de sus novelas históricas, pero antes hagamos un breve repaso de su biografía






Charles Dickens (1812-1870), novelista inglés y uno de los escritores más conocidos de la literatura universal. En su extensa obra, combinó con maestría narración, humor, sentimiento trágico e ironía con una ácida crítica social y una aguda descripción de gentes y lugares, tanto reales como imaginarios.
Nació el 7 de febrero de 1812, en Portsmouth, y pasó la mayor parte de su infancia en Londres y Kent, lugares que aparecieron con frecuencia en sus obras. Comenzó a asistir a la escuela a los nueve años de edad, pero sus estudios quedaron interrumpidos cuando su padre, un pequeño funcionario afable pero despreocupado, fue encarcelado, en 1824, por no pagar sus deudas. El joven Charles se vio obligado, pues, a mantenerse por sí mismo, y entró a trabajar en una fábrica de tintes. Esta desagradable experiencia, que más tarde describiría, sólo levemente alterada, en su novela David Copperfield (1849-50), le produjo una sensación de humillación y abandono que le acompañó durante el resto de su vida. Entre 1824 y 1826 asistió de nuevo a la escuela, aunque la mayor parte de su educación fue autodidacta. Entre sus libros favoritos se encontraban los de algunos de los grandes novelistas del siglo XVIII, como Henry Fielding y Tobias Smollet, cuya influencia se puede percibir con claridad en sus propios escritos. En 1827 consiguió un trabajo como secretario legal y, tras estudiar durante un breve periodo de tiempo el oficio, se convirtió en periodista en el Parlamento, lo cual le habituó a realizar precisas descripciones de hechos, cualidad que aplicaría posteriormente a su obra narrativa. En esa época conoció a María Beadnell, y se enamoró de ella, pero su familia lo rechazó como pretendiente de la joven, por lo que, tras cuatro años de relaciones, se separaron. Para entonces, él ya estaba trabajando como reportero en una publicación de su tío, The Mirror of Parliament, y para el periódico liberal The Morning Chronicle.
En diciembre de 1833, Dickens publicó, bajo el seudónimo de Boz, la primera de una serie de breves y originales descripciones de la vida cotidiana de Londres en The Monthly Magazine, una revista que editaba su amigo George Hogarth. Tras ello, un editor de la ciudad le encargó un volumen de nuevas notas en este estilo, que debían acompañar a las ilustraciones del famoso artista George Cruikshank. El éxito de este libro, titulado Los apuntes de Boz (1836), le permitió al novelista casarse con Catherine Hogarth en ese mismo año, y le animó a preparar una colaboración similar, esta vez con el conocido artista Robert Seymour. Cuando Seymour se suicidó, otro artista, H. K. Browne, apodado Phiz, que realizaría más tarde muchas de las ilustraciones de los últimos trabajos de Dickens, ocupó su lugar. El resultado de esta colaboración fue Papeles póstumos del club Pickwick (1836-1837), una obra en un estilo muy próximo al de los cómics, cuyo éxito consolidó la fama del novelista, e influyó notablemente en la industria editorial de su país, pues su innovativo formato, el de una publicación mensual muy poco costosa, marcó una línea que siguieron otras editoriales.
La fama que le había producido este curioso proyecto se vio ampliada por las siguientes novelas que fue publicando. Hombre de enorme energía y talento, se dedicó a otras muchas actividades. Editó los semanarios Household News (1850-1859) y All the Year Round (1859-1870), escribió dos libros de viajes, Notas americanas (1842) e Imágenes de Italia (1846), administró asociaciones caritativas y luchó porque se llevaran a cabo reformas sociales. En 1842, impartió seminarios en los Estados Unidos en favor de un acuerdo internacional sobre propiedad intelectual y en contra de la esclavitud. En 1843 publicó Canción de Navidad, que se convirtió rápidamente en un clásico de la narrativa infantil. Las actividades extraliterarias de Dickens incluían la gestión de una compañía teatral que funcionó hasta la subida al trono de la reina Victoria, en 1851, y las lecturas de sus obras en Inglaterra y en Estados Unidos. Sin embargo, todos estos éxitos se vieron empañados por sus problemas familiares. La incompatibilidad de caracteres y la relación del autor con la joven actriz Ellen Ternan, llevaron a la disolución del matrimonio, en 1858, fruto del cual habían nacido diez hijos. Murió el 9 de junio de 1870 y fue enterrado cinco días más tarde en la abadía de Westminster.
A la vez que maduraba artísticamente, sus novelas se habían ido transformando de cuentos humorísticos, en la línea de Los papeles del club Pickwick —esta obra fue traducida al español del francés por Benito Pérez Galdós (1868) ya que el autor español no sólo admiraba a Dickens sino que le consideraba como uno de sus maestros— y Nicholas Nickleby (1837-1838), en obras de gran relevancia social, análisis psicológico y enorme complejidad narrativa. Entre sus obras más representativas se encuentran Casa desolada (1852-1853), La pequeña Dorritt (1855-1857), Grandes esperanzas (1860-1861) y Nuestro amigo común (1864-1865). Los lectores del siglo XIX y de comienzos del XX apreciaban más las primeras obras del autor, por su sentido del humor y su trasfondo trágico. Pero, aún reconociendo las cualidades de esta narrativa temprana, los críticos literarios de hoy en día sitúan por encima de ella a las obras de madurez, por su coherencia formal y su aguda percepción de la condición humana. Otras obras destacadas son Oliver Twist (1837-1839), La tienda de antigüedades (1840-1841), Barnaby Rudge (1841), Martin Chuzzlewit (1843-1844), Dombey e hijo (1846-1848), Tiempos difíciles (1854), Historia de dos ciudades (1859) y El misterio de Edwin Drood, que quedó incompleta.





Una de las pocas incursiones que hizo Dickens en la novela histórica fue en Historia de dos ciudades, situada en tiempos de la Revolución Francesa.





"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, era la edad de la sabiduría, era la edad de la insensatez, era la época de la creencia, era la época de la incredulidad, era la estación de la luz, era la estación de la oscuridad, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación…"

                                                                      De Historia de dos ciudades

                                                                         Charles Dickens  (1812-1870)