sábado, 28 de febrero de 2015

De ayer y hoy

De ayer y hoy 1
De ayer y hoy 2
De ayer y hoy 3

Un poema de Carmen Conde





EL UNIVERSO TIENE OJOS

Nos miran;
nos ven, nos están viendo, nos miran
múltiples ojos invisibles que conocemos de antiguo,
desde todos los rincones del mundo. Los sentimos
fijos, movedizos, esclavos y esclavizantes.
Y, a veces, nos asfixian.

Querríamos gritar, gritamos cuando los clavos
de las interminables vigías acosan y extenúan.
Cumplen su misión de mirarnos y de vemos;
pero quisiéramos meter los dedos entre sus párpados.

Para que vieran,
para que viéramos frente a frente,
pestañas contra pestañas, soslayando el aliento
denso de inquietudes, de temores y de ansias,
la absoluta visión que todos perseguimos.

¡Ah, si los sorprendiéramos, concretos,
coincidiendo en la fluida superficie del espejo!

Nos mirarán eternamente,
lo sabemos.
Y andaremos reunidos, sin hallarnos como mortales
en tomo a la misma criatura intacta
que rechaza a los ojos que ha creado.
¿Para qué, si no vamos a verla, aunque nos ciegue,
hizo aquellos y estos innumerables ojos?
                                                                     Carmen Conde
                                                           De Enajenado mirar (1962-1964)






 
Portada de Por el camino. viendo sus orillas




Carmen Conde nació en Cartagena el 15 de agosto de 1907. Su infancia transcurrió en Melilla y posteriormente estudió Magisterio en la Escuela Normal de Murcia y Filosofía y Letras en la Unversidad de Valencia los años  comprendidos entre1937 a 1939. 
En 1931 contrajo matrimonio con el poeta Antonio Oliver Belmás. Ambos fundaron la primera Universidad Popular. Con el nombre de Florentina del Mar firmó varios libros de prosa y de literatura infantil.
Fue la primera mujer española que ingresó en la Real Academia Española.
Entre los premios obtenidos se encuentran el premio de Novela Elisenda de Moncada por Las oscuras raíces (1953) por Las oscuras raíces (1953) , el Premio Internacional por Las oscuras raíces (1953); el de Poesía Simón Bolívar en 1957, por Vivientes de los siglos (1957); el Premio Doncel de Teatro por A la estrella por la cometa (1960) y el Premio Nacional de Literatura 1967, el Premio Ateneo de Sevilla por su novela Soy la madre (1987
En la antología titulada Obra poética quedaron  recopilados los poemas escritos entre 1929 y 1966 donde se reúnen sus libros publicados : Brocal , Poemas a María, Corrosión, La noche oscura del cuerpo, En la tierra de nadie , Los poemas del mar Menor, A este lado de la eternidad, Cancionero de la enamorada y El tiempo es un río lentísimo de fuego.
Es autora también de varias biografías, como las de Menéndez Pidal (1969) y Gabriela Mistral (1971), y de la antología poética Once grandes poetisas américo-hispanas (1967).

Falleció en Madrid el 8 de enero de 1996.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Dos poemas de Ángela Figuera Aymerich




ÉXODO

Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.

                                                       Ángela Figuera Aymerich             
                                                             (Bilbao, 1902- 1984)
                            LIBERTAD


                                                            Crecieron así seres de manos atadas

                                                                            Empédocles

A tiros nos dijeron: cruz y raya.
En cruz estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.

Si observas la conducta conveniente,
podrás decir palabras permitidas:
invierno, luz, hispanidad, sombrero.
(Si se te cae la lengua de vergüenza.
te cuelgas un cartel que diga “mudo”,
tiendes la mano y juntas calderilla.)

Si calzas los zapatos según norma,
también podrás cruzar a la otra acera
buscando el sol o un techo que te abrigue.

Pagando tus impuestos puntualmente,
podrás ir al taller o a la oficina,
quemarte las pestañas y las uñas,
partirte el pecho y alcanzar la gloria.

También tendrás honestas diversiones.
El paso de un entierro, una película
de las debidamente autorizadas,
fútbol del bueno, un vaso de cerveza,
bonitas emisiones en la radio
y misa por la tarde los domingos.

Pero no pienses “libertad”, no digas,
no escribas “libertad”, nunca consientas
que se te asome al blanco de los ojos,
ni exhale su olorcillo por tus ropas,
ni se prenda a un rizo del cabello.

Y , sobre todo, amigo, al acostarte
no escondas “libertad” bajo tu almohada
por ver si sueñas con mejores días.
No sea que una noche te incorpores
sonanmbulando “libertad”, y olvides,
y salgas a gritarla por las calles,
descerrajando puertas y ventanas,
matando los serenos y los gatos,
rompiendo los faroles y las fuentes,
y el sueño de los justos, porque entonces,
punto final, hermano, y Dios te ayude.

                                              Ángela Figuera Aymerich     

                                               De  Belleza cruel  (1958)










Ángela Figuera Aymerich


Ángela Figuera Aymerich nació en Bilbao el 30 de octubre 1902. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, fue catedrática de Lengua y Literatura en los Institutos de Huelva, Alcoy y Murcia. Finalizada la guerra, perdió su plaza y título universitario por haber apoyado al bando republicano y confiscaron sus bienes  y los  de su familia. En 1952 comenzó a trabajar en la Biblioteca Nacional de Madrid, y algo  más tarde se incorporó al servicio de bibliobuses, que trataba de acercar la cultura a los barrios marginales y periféricos de Madrid. A lo largo de todos esos años Ángela actuó como intelectual disidente, crítica con el franquismo,  incluso llegó a publicar en el extranjero cuando consideró que la censura podía recortar su trabajo.

Mujer de barro  editado en 1948 fue su primer libro, al que siguieron luego Soria pura (1949), Vencida por el ángel  (1951) El grito inútil (1952),  Los días duros (1953)  Belleza cruel (1958), Toco la tierra. Letanías (1962) Cuentos tontos para niños listos (1979)

No sólo contempla a la mujer como esposa y madre de familia sino como sujeto activo del cambio social. Después de una etapa de  poesía desarraigada, claramente existencialista, desarrolló otra etapa de marcado sentido social junto a poetas como Gabriel Celaya y de Blas de Otero, ecritores vascos como ella misma; a este respecto hay que señalar que la escritora no se identicó plenamente con los planteamientos de Celaya y Otero al considerar que con la poesía no se podía transformar la realidad, todo lo más acompañar a algunos seres humanos.
Su lenguaje es sencillo y facilita la accesibilidad de su mensaje.
Su posición ideológica ha sido resumida por algún crítico como "existencialismo solidario".
Falleció en Madrid el 2 de abril de 1984.



miércoles, 18 de febrero de 2015

Hypatia de Alejandría

 

 

Hipatia de Alejandría

Hija y discípula del matemático y astrónomo Teón de Alejandría, Hipatia o Hipacia (355?-415?) perteneciente a la Escuela neoplatónica de Alejandría de principios del siglo V, además de filósofa fue también matemática y astrónoma. Estudió en Atenas y a su regreso a Alejandría abrió una escuela para impartir las doctrinas de Platón y Aristóteles . Escribió tratados sobre geometría, álgebra y astronomía.


Entre otros inventos,  mejoró los primitivos astrolabios —instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste— y diseñó un planisferio.


Murió cruelmente lapidada, víctima del fanatismo religioso.