Indudablemente el
reloj es el instrumento que nos ayuda a organizar nuestro tiempo. Sea cual sea
la actividad que vengamos realizando, todo es mensurable y tiene su duración. Antes de las doce campanadas, en esta
Nochevieja, he aquí la reflexión
que Antonio Machado hacía del reloj y del tiempo.
De todas las máquinas que ha construido el hombre, la más
interesante es, a mi juicio, el
reloj, artefacto específicamente humano, que la mera animalidad no hubiera
inventado nunca. El llamado homo faber, no sería homo si no hubiera fabricado relojes. Y en verdad, tampoco
importa que los fabrique; basta con que los use; menos todavía: basta con que
los necesite. Porque el hombre es el animal que mide su tiempo.
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El reloj es, en efecto, una prueba indirecta de la
creencia del hombre en su mortalidad. Porque sólo un tiempo finito puede
medirse. Esto parece evidente. Nosotros, sin embargo, hemos de preguntarnos
todavía para qué mide el hombre el breve tiempo de que dispone. Porque sabemos
que lo puede medir; pero ¿para qué lo mide? No digamos que lo mide para
aprovecharlo, disponiendo en orden la actividad que lo llena. (....) Si lo
mide, en efecto, para aprovecharlo, ¿para qué lo aprovecha? Pregunta que sigue
llevando implícito el “¿Para qué lo mide?” incontestado. A mi juicio le guía
una ilusión vieja como el mundo: la creencia de Zenón de Elea en la infinitud de lo finito por su
infinita divisibilidad. Ni Aquiles, el de los pies ligeros, alcanzará nunca a
la tortuga, ni una hora bien contada se acabaría nunca de contar...
Fragmento extraído del capítulo XL del libro Juan de
Mairena
Autor: Antonio Machado (1875-1939)
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