CAPRICHO 50
LOS CHINCHILLAS
Dos
seres humanos momificados, con sus bocas abiertas, vestidos con heráldicos
trajes y espada ceñida, tienen adosados sobre sus orejas gruesos candados.
El uno
en pie y el otro, echado en tierra, lleva un rosario en su mano derecha.
El que no oye nada, ni sabe nada, ni
hace nada pertenece a la numerosa familia de los Chinchillas que nunca han
servido para nada.
Sólo el hombre
decide su existencia.
Ni el árbol ni la
fuente ni la rosa.
Sólo el hombre
con su mente poderosa
conoce y vive el
árbol de la ciencia.
Si por holgarse,
necio, en su excelencia
apaga luz y en
sinrazón reposa,
ni sirve ni se
emplea y es ociosa
esa vida que
gasta su experiencia.
Secar la fuente y
añorar el río
es necia idea,
absurda fantasía.
Rezar pensando en
babia, mero rito.
Escucha, aprende,
haz algo. Que ese frío
no pasme el alma
y momia que sufría
en ángel resucite
y rompa el mito.
Perteneciente al libro Risa
y ternura de unos papeles (Reflexiones a los Caprichos y aguafuertes de Goya) de Damián Iribarren
Edición: María Socorro
Latasa Miranda
Sahats, 2006
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