CAPRICHO 55
HASTA LA MUERTE
Una
vieja sin dientes, ni más carne que la piel en los huesos, se acicala delante
del tocador y mirándose en el espejo, se coloca en la cabeza un sombrero o gorra
de cintas. Una mujer y dos hombres a su lado comentan entre sí chistosamente
las ridículas vanidades de la anciana.
Hace
muy bien en ponerse guapa. Son sus días: cumple años y vendrán las amiguitas a
verla.
Quien tiene sed
el agua amarga bebe.
Quien tiene
corazón el tiempo acuna
y sueña con coger
la blanca luna
en noche de
pasión, de fuego o nieve.
El tiempo que
marchita el cuerpo leve,
enciende vanidad
cuando fortuna
alegra el corazón
y encuentra alguna
rosa que al sueño
o al delirio lleve.
Hace bien quien
fracaso olvida y sabe
que el hombre es
corazón más que otra cosa
y en flores se
engalana y favorece.
Que no hay razón
para tener el ave
en jaula de
tristeza, ni la rosa
en jarrón que la
enferma y adormece.
Perteneciente al libro Risa
y ternura de unos papeles (Reflexiones a los Caprichos y aguafuertes de Goya) de Damián Iribarren
Edición: María Socorro
Latasa Miranda
Sahats, 2006
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