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miércoles, 29 de mayo de 2019
viernes, 10 de mayo de 2019
Recital poético musical
Siguiendo con el ciclo La naturaleza como inspiración, para el lunes 13 de mayo está programado el recital poético musical que tendrá lugar en la Biblioteca de Navarra, a la seis de la tarde.
Y en este tiempo propicio para encuentros, presentaciones de libros, charlas, coloquios, añado el enlace donde se puede descargar libremente en formato pdf Cinco vías....
domingo, 28 de abril de 2019
Recordando a Francisca Aguirre
El pasado
13 de abril fallecía en Madrid la poeta Francisca Aguirre Benito, a los 88
años. Había nacido en Alicante el 27 de octubre de 1930. Era considerada como
una de las integrantes de la generación de los años 50 y junto con Angelina
Gatell, Julia Uceda y María Beneyto contribuyó a la consolidación de una poesía
hecha de cotidianidad y reflexión, que sirvió de aliento a quienes vivieron los
años más duros de la posguerra del lado de los vencidos.
Casada con
el poeta y escritor Félix Grande (1937-2014) y madre de la también poeta
Guadalupe Grande Aguirre, la muerte de su padre, el pintor Lorenzo Aguirre,
ejecutado en 1942, marcó su poesía. Tras su primer libro publicado Ítaca, premio de
poesía Leopoldo Panero 1971, siguieron Los trescientos escalones (1976), La
otra música (1978), Pavana del desasosiego (1998), Ensayo
General. Poesía completa (1966-2000), su antología
poética Memoria arrodillada, La herida absurda (2006), Nanas
para dormir desperdicios (2008), Los maestros cantores (2011) y Conversaciones
con mi animal de compañía (2012)
Escribió
también libros de relatos: Que planche Rosa Luxemburgo y Espejito,
espejito, mezcla de memoria, poesía y prosa.
Entre los galardones más significativos
se encuentra el Premio de la Crítica Valenciana en 2007 al conjunto
de su obra concentrada en Nanas para dormir desperdicios, el Premio Nacional de
Poesía en 2011 por Historia de una anatomía. Y el premio Nacional de las Letras
2018
Respecto a los motivos y temas que tienen cabida en su poesía se han señalado el amor, la memoria personal y
colectiva, la muerte, la pérdida, la mirada hacia los clásicos, a la par que
atenta a la realidad, a quien conmueve las penalidades de los otros y con la
clara conciencia de que la poesía no ha de renunciar a una cierta
función de denuncia y compasión.
El ESPECTÁCULO
Contempla el espectáculo, Penélope,
sin lágrimas, pero también sin entusiasmo.
Mira cómo se matan con sabia aplicación,
mas no es por ti, pues no eres tú
el odio que los aniquila.
Cuando te miran no ven sino el refugio,
la alcanzable guarida
donde esconder el cansancio y el miedo.
Ninguno sabe quién eres,
sólo les interesa tu leyenda
y si de pronto sorprendieran en ti
su propio rostro
te escupirían su desprecio
como se escupe a un ídolo falso.
Míralos: van a morir por algo que no existe,
déjate sobornar por la indulgencia:
no les niegues su industriosa mentira.
Sé una vez más tu antiguo límite.
Ellos van a morir mientras contemplas
la impasible sonrisa de los dioses.
De Ítaca (1971)
Autora: Francisca Aguirre
HACE TIEMPO
Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar ya no estaba en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.
Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.
Es cierto que un una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndoles crujir.
Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.
Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en su muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.
De Pavana del desasosiego (1998)
Autora:
Francisca Aguirre
HACE TIEMPO
Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar ya no estaba en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.
Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.
Es cierto que un una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndoles crujir.
Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.
Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en su muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.
De Pavana del desasosiego (1998)
Autora:
Francisca Aguirre
lunes, 22 de abril de 2019
domingo, 31 de marzo de 2019
VI Edición 2019
Por
sexto año consecutivo, del 9 al 23 de marzo, se llevó a cabo en la Casa de
Cultura de Aoiz, dentro de los actos conmemorativos del día de la mujer, la
experiencia creativa para vivir en directo centrada esta vez en la actividad
que las mujeres han desarrollado en su trabajo con tejidos, telas, hilos de
texturas y colores diversos.
Además de las participantes
en artes plásticas y vídeo creación, entre otros colectivos contó con la
colaboración de las integrantes del grupo de bolillos. Y en la misma sala de
exposiciones se conjugaron actuaciones de música y poesía.
martes, 19 de marzo de 2019
Encuentro poético en Gijón
Dentro del
espacio Encuentros poéticos que se lleva a
cabo en Gijón en el centro cultural Antiguo Instituto Jovellanos, el viernes 15
de marzo, a las ocho de la tarde, tuvo lugar en esta localidad asturiana el
recital poético de Naturaleza versal en el que
participaron las poetas Inma Biurrun, Blanca Eslava, Socorro Latasa, Cristina
Liso y Teresa Ramos.
La apertura del acto fue llevada a cabo por Esmeralda Sánchez.
Sentadas de izda a dcha: Teresa Ramos, Socorro Latasa,
Cristina Liso, Blanca Eslava e Inma Biurrun. De pie: organizadoras y
colaboradoras en la presentación y Eusebio Ruiz.
miércoles, 27 de febrero de 2019
Cuántas aventuras nos aguardan de Inés Bortagaray
Cuántas aventuras
nos aguardan
de Inés Bortagaray (Verbum, Montevideo, 2018), según refiere la contraportada
es el viaje de una mujer adentrándose con ojos de expedicionaria en la selva de
todos los días. Como en los sueños, el paisaje se va construyendo, fragmentario,
a partir de diálogos, recuerdos o viñetas que confluyen caprichosamente bajo la
mirada vigilante de quien debe cruzar una cañada en la que habita un yacaré o
internarse en un monte salvaje. Es un terreno de espejos rotos donde el mayor
peligro es entrever a quienes podríamos haber sido, o incluso peor, a quienes
ya somos.
La guionista y escritora
uruguaya Inés Bortagaray (Salto, 1975) rompe el silencio de más de una
década con un prólogo o limbo de las novelas abandonadas trazando el itinerario
de este libro. Con su voz poderosa y personalísima, vuelve a producir
literatura de la mejor con la sustancia primaria de la que están hechas las
miserias más íntimas y los pequeños triunfos cotidianos.
Así en primer término
asistimos a la recogida de los niños a la salida de la escuela un día en que la
lluvia les sorprende, o a dormir viendo en la tele las Olimpiadas, o a
preguntarse dónde están los pájaros que mueren y los perros y los cadáveres de
todas las mascotas. Otro día nos lleva de paseo bajo los árboles un día helado
de junio, o se fija en el hombre que cruza la calle mirando la facultad de
Arquitectura, con la vista hacia arriba y orientada a lo lejos. El viaje en
ómnibus sirve para reflexionar sobre el paso del tiempo y el cambio que experimentan
las personas. También la playa es un buen escenario de gente variopinta, que
lleva a su autora a la reflexión de que la actividad no se explica por el éxito
sino por la acción, sino por el
acto de fe de creer en lo que se hace. Son recurrentes sus visitas a la
masajista Margaret para calmar sus dolencias, o la lectura en la cama de su
compañero, mientras ella, con la tele encendida, transcribe el diálogo de las
escenas que se suceden hasta caer en la cuenta de que él se ha dormido y
entonces decide apagar la tele. No faltan los vociferantes en un bar que
consideran una desventura la vejez. Sin embargo, seguir viviendo hace nuestros
cariños más largos o deja espacio para más cariño. Y se pregunta si querer no
es lo mismo que estar vivo y tener tiempo para apreciar lo que nace y crece a
nuestro alrededor.
La compra de las alianzas y
el maleficio del joyero, el diagnóstico del doctor, el evitar hablar de la
muerte, el anuncio televisivo de pompas fúnebres, el nido de la paloma con sus
pichones, una celebración familiar con lluvia de reproches, las veinticuatro
horas de una madre con sus tareas cotidianas: cambio de pañales, amamantar a su
hijo, bañarlo y siguiendo las noticias, escuchando música.... El recuerdo de
los disfraces de mascaritas y reinas, la nueva inquilina del sexto, la
dificultad de trabajar en casa cuando alrededor hay niños y se acumulan las
tareas, la dificultad de aparcar el coche en la universidad, el recuerdo de
cruzar la plaza evitando ser blanco de alguna cerbatana, las conversaciones de
cumpleaños, la visita cada martes al mercado (a la feria) y comprar verduras,
huevos, queso, almendras y la sonrisa de Atilo, su bonhomía y generosidad.
Conversaciones sobre las cualidades que más se valoran en las personas y los
defectos. Y el diálogo entre un niño de doce años y su hermanita. El chico le
asegura que dentro de año y medio la niña se convertirá en gato. Aduce que a él
le pasó cuando tenía siete años. Se convirtió en pescado: un pejirrey, nada
menos. Más conversaciones como la mantenida sobre el pacto de relación abierta
de una pareja de amigos, o el encuentro en las gradas del polideportivo con dos
niñas de unos ocho años mientras esperaban la salida de gimnasia de Gregorio.
El recuerdo de una excursión a Bariloche de veinticuatro adolescentes:
dieciséis chicas y ocho chicos. Los guías a la hora del recuento vieron que
faltaba un compañero. Cuando salieron en su busca apareció el rezagado con la
mirada hosca, un tanto desastrado, con la camisa mal abrochada y los mocasines
en la mano. Otras historias tienen cabida como los asuntos de la vida en pareja
que a veces dificultan la convivencia. La receptividad que presentan los niños
ante la situación familiar de los compañeros de colegio. No quieren que sus
padres se separen. La adopción de una gatita Diana y la visita al veterinario. Las arañas y
cucarachas de la casa vieja deshabitada y la excursión familiar a la montaña
entre Uruguay y Brasil en verano y diciembre acompañados de la abuela materna
ponen el punto final a este libro.
En resumen, son treinta y
ocho entradas las que se van sucediendo sin numerar y nos llevan al disfrute de
cada una de las piezas que nos ofrece la escritora Inés Bortagaray, sin perder
el encanto ni la espontaneidad que ya en su día pude apreciar en aquel librito Prontos, listos,
ya (2006)
y traducido al inglés y portugués.
M. S. Latasa Miranda
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