sábado, 9 de marzo de 2013

Pearl S. Buck


Ayer, después de saludar a mi madre, fui a las habitaciones de la mujer de mi hermano para hacerle una breve visita: no me atrevía a incurrir en la reprobación de mamá visitándola más reposadamente; eso hubiera podido ser causa de que me prohibiera el acceso, sin más ni más, al patio de la extranjera.
­­            —¿Eres dichosa? —le pregunté.
Sonrió de aquella manera que iluminaba todo su grave rostro, como hace el sol cuando se aleja de la nube que lo ocultaba.
—Casi -contestó-. Por lo menos las cosas no han empeorado. No he vuelto a ver a la madre de mi marido desde la vez en que hube de prepararle el té...Pero mi suegro viene a verme casi todos los días.
—Es necesario ser paciente –dije- . Llegará el día en que mi augusta madre acabará cediendo.
            La expresión de su rostro se endureció repentinamente.
—¡Como si yo hubiese cometido un pecado! –dijo con voz ronca y vibrante- . ¿Acaso es pecado amar y casarse? El padre de mi marido es el único amigo que tengo en esta casa. ¡Es tan amable conmigo! Y preciso de amabilidad créeme. No puedo aguantar  durante mucho tiempo esta opresión.
            Con un ligero movimiento nervioso de su cabeza, echó atrás los cabellos cortos y rubios que le caían sobre la frente. En sus ojos leí una expresión encolerizada. Vi que miraba hacia los otros patios, y seguí la dirección de sus ojos.
       — ¡Míralas, ahí están otra vez! –exclamó- . Para esas yo soy como un juguete, ¡no puedo resistir que me miren así! ¿Por qué vienen siempre a curiosear y a señalarme con el dedo?
Al hablar así me indicaba con la cabeza el portón de la Luna, donde se habían agrupado las concubinas, y media docena de esclavas con sus niños; pero se veía claramente que miraban en dirección a la extranjera, riendo entre ellas, indiferentes a mi expresión reprobadora, fingiendo no verme. Por último, la extranjera me obligó a entrar, de un empujón, en la estancia, cerrando la pesada puerta a la nariz de las curiosas.
—¡No puedo aguantarlas!- dijo furiosa-. No entiendo lo que dicen, pero sé que hablan de mí desde por la mañana hasta la noche!
Intenté calmarla:
—No prestes atención, son muy ignorantes.
Pero ella sacudió la cabeza.
           — ¡Esto está durando ya demasiado! ¡No puedo más!
Frunció el entrecejo y calló, absorta en sus pensamientos. Yo también guardaba silencio, a su lado, en la amplia habitación donde reinaban las sombras. Por último, ya que no acertábamos a decirnos nada, miré a mi alrededor. Se podía ver que había verificado algunos cambios en el local, para darle un aspecto lo más occidental posible. Observé algunos detalles extraños. Por ejemplo: en las paredes había colgado, sin orden ni concierto, algunos cuadros, y entre ellos varias fotografías con marcos. Al darse cuenta de que los miraba su rostro se suavizó.
—Estos son mis padres- dijo-, y aquellas mis hermanas.
—¿No tienes hermanos?
—No, ¡pero qué mas da! Nosotros no somos una gente que únicamente se preocupa de los hijos.
No comprendí. Me levanté para mirar los cuadros. El primero reproducía a un anciano de aspecto grave, con una barbita blanca en punta. Sus ojos eran como los de la extranjera, tempestuosos, con los párpados hinchados. Tenía la nariz puntiaguda y calva la cabeza.
—Mi padre es profesor de la Universidad donde encontré por vez primera a tu hermano –dijo, mirando la fotografía con nostalgia-. Al verle en esta habitación, me parece fuera de lugar –añadió en voz baja y temblorosa- ¡Pero lo que al principio no podía mirar era la fotografía de mi madre!
                            (............................)
—¿Tienes muchos deseos de ver otra vez a tu madre? –pregunté discretamente
—No - me contestó-. Ni tan siquiera puedo escribirla.
—¿Y por qué?
—Porque estoy viendo que todos sus temores a propósito de mi casamiento se cumplen. ¡Ni por todo el oro del mundo quisiera que me viese aquí! Si le escribiese leería la verdad entre líneas. Por eso no le he escrito desde que llegué. En nuestro país todo parecía de una manera muy distinta, magnífica (......................)¡Pero mi madre no se sentía muy tranquila , y nunca logramos hacerle perder el miedo!
—¿De qué tenía miedo? –pregunté, perpleja.
—Que yendo tan lejos no fuese yo dichosa, y que los padres de mi marido no aprobaran el casamiento y procurasen hacerme la vida imposible. ¡Y eso es precisamente lo que ocurre! Ignoro a ciencia cierta cómo, pero me parece haber caído entre las mallas de una red. Aquí, confinada entre estas cuatro paredes, mi imaginación vuela. ¿Qué dicen todos los que me rodean? ¿Qué piensan de mí? Quisiera leer en sus rostros pero no lo consigo. ¡Son tan impasibles! Por la noche, hasta me da miedo... A veces veo la cara de mi marido como la demás, liso, impenetrable. Allí, en mi país, parecía uno de los nuestros, pero un poco más fascinador; una amabilidad como no había conocido nunca. ¡Pero aquí! Hay momentos en que me parece verlo cómo se desvanece en las sombras de este extraño mundo. Hasta parece que me huya...¿Cómo diría?...Siempre estuve acostumbrada a oír expresar con franqueza los sentimientos. ¡Ah, la alegría de vivir! Aquí, por el contrario, todo es silencio, reverencias, miradas oblicuas. Me importaría poco no gozar de libertad, si, por lo menos, supiese lo que todo esto oculta. ¿Sabes? En cierta ocasión, en mi país, dije que por amor a tu hermano estaba dispuesta a hacerme china u  hotentote.¡Pues bien, no puedo, me es imposible! ¿Seré americana hasta muerte !
Se desahogaba en mí, con rostro confuso y ademanes convulsivos, tan pronto en su idioma como en el nuestro. Nunca imaginé que pudiera haber en ella tantas ideas inexpresadas. Habló con la fluidez del agua que surge de una roca. Jamás vi a una mujer mostrando su corazón tan al desnudo. Grande era mi turbación, y a esto se unía una vaga sensación de piedad. Estaba allí, pensando en lo que podría contestar, cuando mi hermano compareció de la contigua habitación y, sin prestarme atención, se acercó a la extranjera. (........)
—Mary, Mary, nunca te oí hablar así. ¿Acaso ya no tienes confianza en mí? En tu país me decías que adoptarías mi nacionalidad, compartiéndola conmigo. Si no puedes..., si te es imposible..., pues bien, a fin de año nos jugaremos el todo por el todo y me haré americano como tú. ¡Y si eso no fuese posible, nos iremos a otro país, adoptaremos otra raza, qué más da, con tal de estar juntos....y que nuca puedan dudar de mí, ni de mi amor!
Comprendí estas palabras porque mi hermano habló en chino. Luego empezó a murmurar frases en otro idioma y ya no pude entender lo que decía. Pero ví que la extranjera sonreía, y comprendí que por amor a mi hermano estaba dispuesta a cualquier cosa.                                        .......
                                                               Fragmento de  Viento del este, viento del oeste
                                                                                                         Pearl S. Buck (1892-1973)
                                                          




La fotografía, tomada de wikipedia, corresponde a Pearl Comfort Sydenstricker Buck (1892-1973), novelista estadounidense, nacida en Hillsboro (Virginia Occidental). Su verdadero apellido era Sydenstricker. Hija de unos misioneros presbiterianos vivió en el centro de China, a orillas del río Yang-Tse, desde los tres meses. Completó su formación en Estados Unidos y en Inglaterra. Empezó a escribir muy pronto publicando sus primeros artículos en la revista Shangai Mercury. Su matrimonio con John Lossing Buck, un economista en agricultura  volvió a conducirla a China, pero esta vez a la parte septentrional. Su primera hija, Carol, nació en 1921, con  retraso mental. En 1925 adoptaron a una niña, Janice. El matrimonio duró casi 18 años y hasta 1933 vivieron en Nanking en el campus universitario de la ciudad donde ambos enseñaban.
La experiencia cotidiana, le permitió conocer a fondo la sociedad  China y sus gentes. Todo ello lo retrata en sus novelas que, basadas en la experiencia autobiográfica, tienen un tono realista que las libera de todo exotismo superfluo.
Pearl inició su vida profesional trabajando en las universidades inglesas de China, a la par que escribía cuentos y ensayos para la las revistas Atlantic Monthly y Asia. En esta última escribió un artículo sobre la mujer en China, que más adelante desarrollaría en su primera novela Viento del Este, viento del Oeste (1930)
En 1927, a la vuelta de un viaje de América donde se licenció en Literatura, se vio obligada a huir de las tropas nacionalistas, refugiándose en Nanking . Esta experiencia le sirvió para escribir La primera mujer (1933).  En 1930 escribió  La buena tierra, por la que obtuvo el Premio Pulitzer de Ficción en 1932
La obra narrativa se puede dividir en dos grupos: las de temática China como la ya mencionada La buena tierra, que refleja mediante la dispersión final de una familia de campesinos, la crisis de la que fue víctima China durante el decenio 1920-1930. La novela Hijos (1932) narra las experiencias de los hijos de Wang Lung y O’lan y viene a ser una versión china sobre el tema del buen bandido. La familia dividida (1935) es la última novela de la trilogía de la que es protagonista el nuevo espíritu de la China revolucionaria. La madre (1934) es otra de sus novelas más conocidas, en la que se pone de relieve el espíritu de supervivencia de una heroína anónima. Otra interesante novela de tema oriental es El patriota (1939). Trata la historia de un joven comunista chino que se pasa a las  filas nacionalistas.
Otro grupo correspondería a las obras ambientadas en América como El corazón indómito (1938), Otros dioses (1940). En estas obras de ambientación americana hay quien apunta que la calidad desciende, siendo las mejores aquellas en las que con un tono personalísimo y poético analiza la vida campesina y la mentalidad provinciana china.
Escribió más de 85 libros, muchos de los cuales son novelas que ofrecen un amable retrato de China y sus gentes. Su producción literaria abarca géneros literarios tan dispares como el relato, el teatro, el guión cinematográfico, la poesía, la literatura infantil, la biografía y hasta un libro de cocina. Su estilo sencillo y directo, y su preocupación por los valores fundamentales de la vida humana, tienen su origen en el estudio de la novela china.
El conjunto de su obra obtuvo la mención honoris causa, el Premio de la Academia Americana del Arte y en 1938 el Premio Nobel de Literatura.
En 1934 se trasladó a EE.UU. Junto con su segundo  marido,  Richard Walsh, compró una granja Green Hills Farm en el Condado de Bucks, PA . Después de la 2ª Guerra Mundial, la autora desarrolló una intensa actividad a favor de la solución de los problemas raciales. Fundó la Asociación Este y Oeste con la intención de estrechar los lazos entre los habitantes de los distintos continentes dedicada al intercambio cultural y el entendimiento entre Asia y occidente. En 1949 fundó Welcome House, la primera agencia de adopción en que aceptaban niños asiáticos y mestizos. Además en 1964 estableció la fundación Pearl S. Buck que proveía de atención para niños asiático-estadounidenses que no eran elegibles para adopción, lo que también benefició a cientos de niños en varios países de Asia.
Finalizada la guerra, sus escritos iban firmados con el seudónimo John Sedges , alcanzaron también gran éxito.  Así por ejemplo:  La estirpe del dragón (1942), Los Kennedy (1970) y China tal y como yo la veo (1970).
Pearl murió hace 40 años, el 6 de  marzo de 1973,  cumplidos los 81 años. Sus restos descansan en Green Hills Farm. Fue una luchadora por los derechos civiles de las mujeres.

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