Ayer, después de
saludar a mi madre, fui a las habitaciones de la mujer de mi hermano para
hacerle una breve visita: no me atrevía a incurrir en la reprobación de mamá
visitándola más reposadamente; eso hubiera podido ser causa de que me
prohibiera el acceso, sin más ni más, al patio de la extranjera.
—¿Eres
dichosa? —le pregunté.
Sonrió de
aquella manera que iluminaba todo su grave rostro, como hace el sol cuando se
aleja de la nube que lo ocultaba.
—Casi
-contestó-. Por lo menos las cosas no han empeorado. No he vuelto a ver a la
madre de mi marido desde la vez en que hube de prepararle el té...Pero mi
suegro viene a verme casi todos los días.
—Es necesario
ser paciente –dije- . Llegará el día en que mi augusta madre acabará cediendo.
La
expresión de su rostro se endureció repentinamente.
—¡Como si yo
hubiese cometido un pecado! –dijo con voz ronca y vibrante- . ¿Acaso es pecado
amar y casarse? El padre de mi marido es el único amigo que tengo en esta casa.
¡Es tan amable conmigo! Y preciso de amabilidad créeme. No puedo aguantar durante mucho tiempo esta opresión.
Con un ligero movimiento nervioso de su cabeza, echó atrás
los cabellos cortos y rubios que le caían sobre la frente. En sus ojos leí una
expresión encolerizada. Vi que miraba hacia los otros patios, y seguí la
dirección de sus ojos.
— ¡Míralas, ahí están
otra vez! –exclamó- . Para esas yo soy como un juguete, ¡no puedo resistir que
me miren así! ¿Por qué vienen siempre a curiosear y a señalarme con el dedo?
Al hablar así me
indicaba con la cabeza el portón de la Luna, donde se habían agrupado las
concubinas, y media docena de esclavas con sus niños; pero se veía claramente
que miraban en dirección a la extranjera, riendo entre ellas, indiferentes a mi
expresión reprobadora, fingiendo no verme. Por último, la extranjera me obligó
a entrar, de un empujón, en la estancia, cerrando la pesada puerta a la nariz
de las curiosas.
—¡No puedo
aguantarlas!- dijo furiosa-. No entiendo lo que dicen, pero sé que hablan de mí
desde por la mañana hasta la noche!
Intenté
calmarla:
—No prestes
atención, son muy ignorantes.
Pero ella
sacudió la cabeza.
— ¡Esto está durando ya demasiado! ¡No puedo más!
Frunció el
entrecejo y calló, absorta en sus pensamientos. Yo también guardaba silencio, a
su lado, en la amplia habitación donde reinaban las sombras. Por último, ya que
no acertábamos a decirnos nada, miré a mi alrededor. Se podía ver que había
verificado algunos cambios en el local, para darle un aspecto lo más occidental
posible. Observé algunos detalles extraños. Por ejemplo: en las paredes había
colgado, sin orden ni concierto, algunos cuadros, y entre ellos varias
fotografías con marcos. Al darse cuenta de que los miraba su rostro se suavizó.
—Estos son mis
padres- dijo-, y aquellas mis hermanas.
—¿No tienes
hermanos?
—No, ¡pero qué
mas da! Nosotros no somos una gente que únicamente se preocupa de los hijos.
No comprendí. Me
levanté para mirar los cuadros. El primero reproducía a un anciano de aspecto
grave, con una barbita blanca en punta. Sus ojos eran como los de la
extranjera, tempestuosos, con los párpados hinchados. Tenía la nariz puntiaguda
y calva la cabeza.
—Mi padre es
profesor de la Universidad donde encontré por vez primera a tu hermano –dijo,
mirando la fotografía con nostalgia-. Al verle en esta habitación, me parece
fuera de lugar –añadió en voz baja y temblorosa- ¡Pero lo que al principio no
podía mirar era la fotografía de mi madre!
(............................)
—¿Tienes muchos
deseos de ver otra vez a tu madre? –pregunté discretamente
—No - me
contestó-. Ni tan siquiera puedo escribirla.
—¿Y por qué?
—Porque estoy
viendo que todos sus temores a propósito de mi casamiento se cumplen. ¡Ni por
todo el oro del mundo quisiera que me viese aquí! Si le escribiese leería la verdad
entre líneas. Por eso no le he escrito desde que llegué. En nuestro país todo
parecía de una manera muy distinta, magnífica (......................)¡Pero mi
madre no se sentía muy tranquila , y nunca logramos hacerle perder el miedo!
—¿De qué tenía miedo?
–pregunté, perpleja.
—Que yendo tan
lejos no fuese yo dichosa, y que los padres de mi marido no aprobaran el
casamiento y procurasen hacerme la vida imposible. ¡Y eso es precisamente lo
que ocurre! Ignoro a ciencia cierta cómo, pero me parece haber caído entre las
mallas de una red. Aquí, confinada entre estas cuatro paredes, mi imaginación
vuela. ¿Qué dicen todos los que me rodean? ¿Qué piensan de mí? Quisiera leer en
sus rostros pero no lo consigo. ¡Son tan impasibles! Por la noche, hasta me da
miedo... A veces veo la cara de mi marido como la demás, liso, impenetrable.
Allí, en mi país, parecía uno de los nuestros, pero un poco más fascinador; una
amabilidad como no había conocido nunca. ¡Pero aquí! Hay momentos en que me
parece verlo cómo se desvanece en las sombras de este extraño mundo. Hasta
parece que me huya...¿Cómo diría?...Siempre estuve acostumbrada a oír expresar
con franqueza los sentimientos. ¡Ah, la alegría de vivir! Aquí, por el
contrario, todo es silencio, reverencias, miradas oblicuas. Me importaría poco
no gozar de libertad, si, por lo menos, supiese lo que todo esto oculta.
¿Sabes? En cierta ocasión, en mi país, dije que por amor a tu hermano estaba
dispuesta a hacerme china u
hotentote.¡Pues bien, no puedo, me es imposible! ¿Seré americana hasta
muerte !
Se desahogaba en
mí, con rostro confuso y ademanes convulsivos, tan pronto en su idioma como en
el nuestro. Nunca imaginé que pudiera haber en ella tantas ideas inexpresadas.
Habló con la fluidez del agua que surge de una roca. Jamás vi a una mujer
mostrando su corazón tan al desnudo. Grande era mi turbación, y a esto se unía
una vaga sensación de piedad. Estaba allí, pensando en lo que podría contestar,
cuando mi hermano compareció de la contigua habitación y, sin prestarme atención,
se acercó a la extranjera. (........)
—Mary, Mary,
nunca te oí hablar así. ¿Acaso ya no tienes confianza en mí? En tu país me
decías que adoptarías mi nacionalidad, compartiéndola conmigo. Si no puedes...,
si te es imposible..., pues bien, a fin de año nos jugaremos el todo por el
todo y me haré americano como tú. ¡Y si eso no fuese posible, nos iremos a otro
país, adoptaremos otra raza, qué más da, con tal de estar juntos....y que nuca
puedan dudar de mí, ni de mi amor!
Comprendí estas
palabras porque mi hermano habló en chino. Luego empezó a murmurar frases en
otro idioma y ya no pude entender lo que decía. Pero ví que la extranjera
sonreía, y comprendí que por amor a mi hermano estaba dispuesta a cualquier
cosa.
.......
Fragmento de Viento del
este, viento del oeste
Pearl S. Buck (1892-1973)
La fotografía, tomada de wikipedia, corresponde a Pearl
Comfort Sydenstricker Buck (1892-1973), novelista estadounidense, nacida en
Hillsboro (Virginia Occidental). Su verdadero apellido era Sydenstricker. Hija
de unos misioneros presbiterianos vivió en el centro de China, a orillas del
río Yang-Tse, desde los tres meses. Completó su formación en Estados Unidos y
en Inglaterra. Empezó a escribir muy pronto publicando sus primeros artículos
en la revista Shangai Mercury.
Su matrimonio con John Lossing Buck, un
economista en agricultura volvió a
conducirla a China, pero esta vez a la parte septentrional. Su primera hija, Carol, nació en 1921, con retraso mental. En 1925 adoptaron a una
niña, Janice. El matrimonio duró casi 18 años y hasta 1933 vivieron en Nanking
en el campus universitario de la ciudad donde ambos enseñaban.
La experiencia cotidiana, le permitió conocer a fondo la
sociedad China y sus gentes. Todo
ello lo retrata en sus novelas que, basadas en la experiencia autobiográfica,
tienen un tono realista que las libera de todo exotismo superfluo.
Pearl inició su vida profesional trabajando en las universidades
inglesas de China, a la par que escribía cuentos y ensayos para la las revistas
Atlantic Monthly y Asia. En esta última escribió un artículo sobre la mujer en China, que más
adelante desarrollaría en su primera novela Viento del Este, viento del
Oeste
(1930)
En 1927, a la vuelta de un viaje de América donde se licenció en
Literatura, se vio obligada a huir de las tropas nacionalistas, refugiándose en
Nanking . Esta experiencia le sirvió para escribir La primera mujer (1933). En 1930 escribió La buena tierra, por la que obtuvo
el Premio Pulitzer de Ficción en 1932
La obra narrativa se puede dividir en dos grupos: las de
temática China como la ya mencionada La buena tierra, que refleja
mediante la dispersión final de una familia de campesinos, la crisis de la que
fue víctima China durante el decenio 1920-1930. La novela Hijos (1932) narra las
experiencias de los hijos de Wang Lung y O’lan y viene a ser una versión china
sobre el tema del buen bandido. La familia dividida (1935) es la última novela
de la trilogía de la que es protagonista el nuevo espíritu de la China
revolucionaria. La madre (1934) es otra de sus novelas más conocidas, en la que se pone
de relieve el espíritu de supervivencia de una heroína anónima. Otra
interesante novela de tema oriental es El patriota (1939). Trata la historia
de un joven comunista chino que se pasa a las filas nacionalistas.
Otro grupo correspondería a las obras ambientadas en América
como El corazón indómito (1938), Otros dioses (1940). En estas obras de
ambientación americana hay quien apunta que la calidad desciende, siendo las mejores aquellas en las
que con un tono personalísimo y poético analiza la vida campesina y la
mentalidad provinciana china.
Escribió más de 85 libros, muchos de los cuales son novelas que
ofrecen un amable retrato de China y sus gentes. Su producción literaria abarca
géneros literarios tan dispares como el relato, el teatro, el guión
cinematográfico, la poesía, la literatura infantil, la biografía y hasta un
libro de cocina. Su estilo sencillo y directo, y su preocupación por los
valores fundamentales de la vida humana, tienen su origen en el estudio de la
novela china.
El conjunto de su obra obtuvo la mención honoris causa, el Premio de la
Academia Americana del Arte y en 1938 el Premio Nobel de Literatura.
En 1934 se trasladó a
EE.UU. Junto con su segundo
marido, Richard Walsh,
compró una granja Green Hills Farm en el Condado de Bucks, PA . Después de la 2ª Guerra Mundial, la autora desarrolló una
intensa actividad a favor de la solución de los problemas raciales. Fundó la
Asociación Este y Oeste con la
intención de estrechar los lazos entre los habitantes de los distintos
continentes dedicada al intercambio cultural y el entendimiento entre Asia y
occidente. En 1949 fundó Welcome House, la primera agencia de adopción en que aceptaban niños
asiáticos y mestizos. Además en 1964 estableció la fundación Pearl S. Buck que
proveía de atención para niños asiático-estadounidenses que no eran elegibles
para adopción, lo que también benefició a cientos de niños en varios países de
Asia.
Finalizada la guerra, sus escritos iban firmados con el
seudónimo John Sedges , alcanzaron también gran éxito. Así por ejemplo: La estirpe del dragón (1942), Los
Kennedy (1970) y China tal y como yo la veo (1970).
Pearl murió hace 40
años, el 6 de marzo de 1973, cumplidos los 81
años. Sus restos descansan en Green Hills Farm. Fue una luchadora por los derechos civiles de las mujeres.
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