Debo agradecer a Marina Aoiz Monreal el texto escrito y expuesto
tan cordial y admirablemente en la
presentación de Edad de niebla y otros poemas , el sábado 18 de octubre de 2014 en Aoiz.
Tras el saludo inicial y el preámbulo de que cuando estás
comprometida en prologar o presentar un libro, te exiges una lectura más
precisa y detallada y
el recuerdo de haber asistido a la
presentación de Pamplona llevada a cabo por Carlos Mata y José Mª Domench,
Marina Aoiz manifestó haber asistido al acto de Civican con un estado de ánimo ambivalente:
por un lado, me apetecía escuchar a sus acompañantes, pero por otro, no quería
dejarme influenciar por su exposición. Pues bien, resultó muy grato constatar
que a Mata y a mí nos ha gustado especialmente el poema titulado A pie de
versos (en la
página 65) y que ambos partimos de la misma idea: Notas, impresiones, pautas,
aproximación a la lectura… nada más, ya que no hay experiencia más estimulante
que la de acercarse a un libro como lector o lectora.
A continuación, por alusión al título,
Marina se detuvo en el simbolismo de la niebla. Recordó a Gustavo Adolfo
Bécquer para quien la niebla es signo de espiritualidad, misterio e
imaginación.
Recordemos aquellos versos:
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz.
El simbolismo de la niebla es tan variable como la niebla misma.
Genera una consciencia más lenta y cauta en la que el mundo del pensamiento
racional da paso a la ensoñación, un conocimiento con más matices.
La niebla es
símbolo de lo indeterminado; de la transición de un estado hacia otro
Dejó en resalte que:
Según las mitologías de algunos pueblos, la niebla es la materia
prima del universo. De ella salió todo y se fue concentrando en materia y
espacio.
Tras advertir que la niebla da mucho juego, Marina indicó :
“Quizás en
el título haya también reminiscencias de la novela Niebla de Unamuno”
“Vuelvo a centrarme en el proceso creativo, -nos dice la
autora en el prólogo-,
adentrándome en esa región de niebla, abierta a todo lo posible, en la que indaga el intelecto, a la
voluntad creativa –que ignora sus límites- y no sabe de dónde a dónde”.
Este libro es un continuo interrogante, un proceso de búsqueda
existencial, metafísica, sobre la vida y la escritura, la escritura y la vida.
Un libro sediento de voces y palabras, las que nos hablan desde afuera y las
que no cesan de parlotear en nuestro interior.
La primera parte, compuesta por 10 poemas, se titula Edad de
niebla. El
interrogante, los interrogantes, protagonizan los textos:
¿Qué devenir entonces?
¿De dónde a dónde?
¿Recuerdas?
¿Qué fue de aquellas lágrimas/ nunca vertidas,/ qué de la luz/
que había en nuestras manos?
¿Qué dejas en el aire ¿Recuerdas todavía?
¿Por qué a ras de sombras?
¿Dónde la indómita verdad/ que a ras de sombras/ nos impulsa a
vivir?
¿Qué voz?
Hay sed de respuestas en todas esas preguntas y como escribió
Emily Dickinson: El agua se aprende por la sed. Una sed, que según Socorro, nunca es
la misma.
Conmovedora es la presencia en esta primera parte de la escritora
brasilera Cecilia Meireles, con su poema Estirpe, inspiradora de una noche interior
inquietante, densa, plena de sombras…
La segunda parte, Palabras a contrafuga, según revela la autora fue escrita
durante un periodo de convalecencia en 1987. Convalecencia física y anímica que
traslucen las siete secciones de un extenso poema.
Tras un recorrido
por cada una de las secciones, se detuvo especialmente en la sexta
En el penúltimo poema de esta segunda parte, Socorro retorna a
las interpelaciones: Y pregunté por las espigas. ¿Dónde?/ ¿Dónde las rosas
blancas?, verso que
evoca aquel poema de Martí que tanto nos transmite:
Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.
La tercera parte del libro, Otros poemas, también en número 10 como la primera,
comienza con un texto titulado Entre tibios resplandores. Inmersos en el Universo de la autora,
comenzamos a vislumbrar la suave luz del amanecer tras la noche oscura del
alma. Pero los interrogantes no cesan porque la incertidumbre acecha siempre a
ras de sombras o con los primeros destellos del alba: ¿Será siempre
todavía? ¿Dónde mi sed, libertad?
En la página 65 podemos leer el poema que más me gusta: A
pie de versos. Me
estremece porque contiene una verdad desnuda, natural, femenina, primaria… Me
agradó la sincronía con Carlos Mata que les he comentado al principio, al
comprobar que no debo carecer de instinto poético. En esta parte, además de las
citas de Empédocles y Oteiza, sentimos la presencia de Blas de Otero, Simone
Weil, Olga Orozco. Libros que nos llevan a otros libros; intertextualidad;
reconocimiento a los maestros y maestras de la palabra.
Permítanme volver a recordar a Dickinson:
¡Qué bueno regresar a mis libros!/
(…)
Doy gracias a esos Parientes del
Estante.
El poema Decantaciones, reconocido en un certamen literario en
París en el año 2011, está escrito según la secuencia de Fibonacci.
En matemáticas, la sucesión de Fibonacci
es la siguiente sucesión infinita de números naturales:
1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89,144,233,377
La sucesión comienza con los números 1 y
1,1 y a partir de estos, «cada término es la suma de los dos anteriores», es la
relación de recurrencia que la define.
A los elementos de esta sucesión se les
llama números de Fibonacci. Esta sucesión fue descrita en Europa por Leonardo
de Pisa, matemático italiano del siglo XIII también conocido como Fibonacci.
Tiene numerosas aplicaciones en ciencias de la computación, matemáticas y
teoría de juegos. También aparece en configuraciones biológicas, como por
ejemplo en las ramas de los árboles, en la disposición de las hojas en el
tallo, en la flora de la alcachofa, en los girasoles o las inflorescencias del
romanescu.
De ayer y hoy, es el bellísimo poema con el que concluye el libro. Su último
verso es un destello que se filtra hasta el alma: Nos precede la luz de
los primeros rayos.
El otro día leí en el prólogo de una delicada edición ilustrada
que los poemas de Emily Dickinson fueron escritos para la inmensa minoría de
sí misma. Que fueron a
un tiempo complicadísimos y simples, alegres y tristes, transparentes y
enigmáticos. Que expresaban la gloria de lo pequeño, el misterio de lo cotidiano.
Así he percibido, sentido, respirado, el libro de Socorro Latasa, igual que la
noche, igual que la sed, la niebla o esa luz de los primeros rayos que nos
precede en esta singular tarea poética. Gracias por tu libro y gracias a todas
y todos por vuestra atención.
A PIE DE VERSOS
Segura de tu verbo y de
tus pasos
de vez en cuando
solíamos coincidir a pie
de versos,
sin estrambote.
Y hablábamos como lo
hacíamos siempre
de libros, de niños y
paisajes,
de cosas de la vida.
Decías por ejemplo:
cerezas, mermelada...
Y qué lejos quedaban las
luces del quirófano.
Aún sobre la piel no
había cicatrices,
ni puntos de sutura,
ni agujas hipodérmicas.
Recuerdo que era junio
y entonces palabras como
crepúsculo,
océano, arrecife o
luciérnaga
soñaban en mis manos
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