sábado, 28 de abril de 2012

75 años del Guernica





Guernica
El Guernica (1937, óleo s/ lienzo, 349 × 776,6 cm, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid) del pintor español Pablo Picasso describe el bombardeo de la localidad vasca por parte de la Legión Cóndor alemana el 26 de abril de 1937. Para realizar este inmenso lienzo, que podría encuadrarse dentro del cubismo, Picasso realizó más de 60 croquis preparatorios en color; sin embargo la obra definitiva es en blanco, negro y grises para destacar la violencia de la masacre. En el centro, el caballo herido por una lanza simboliza las víctimas inocentes.





El pintor, cuya estética era hasta ese momento básicamente egotista, saliendo de su entorno habitual  pintó un cuadro violentamente comprometido en donde cada detalle de la composición fue pacientemente elaborado, como así lo testimonian las fotos tomadas por su compañera, Dora Maar, de las siete versiones sucesivas del cuadro o el centenar de estudios realizados antes y durante su ejecución.
La composición triangular, que recuerda los frontispicios de los templos griegos o los tímpanos romanos, confiere a la obra una dimensión trágica. Lo que compone aquí Picasso es una alegoría del odio y un monumento a los muertos en blanco y negro. Después de dudar si dejar en la tela una lágrima recortada en papel rojo, la obra definitiva es en blanco, negro y gris, los mismos colores de las impresionantes fotos de la ciudad en llamas publicadas por la prensa.
Las figuras representadas, el caballo, el toro, la paloma, el sol o la mujer que sostiene un quinqué, están provistas de una función simbólica que confiere al cuadro su carácter universal y atemporal. Por otra parte, es esta preocupación por ir más allá del evento histórico propiamente dicho (la masacre del 26 de abril de 1937) lo que explica la ausencia de fecha de ejecución y de la propia firma del autor, datos que, sin embargo, Picasso hacía figurar sistemáticamente en toda su producción.


El pintor se encuentra doblemente comprometido en su cuadro, ya que la réplica militante va acompañada de un testimonio personal que tiene también en sí mismo un valor de compromiso: su vida sentimental también resulta evocada por la presencia de sus dos compañeras Marie Thérèse Walter y Dora Maar (la mujer que llora) en el cuadro. Por voluntad del pintor en el lienzo se entremezclan su historia íntima y la historia propiamente dicha.
Esta obra, expuesta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York durante el periodo franquista, se encuentra desde 1981 en Madrid.

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