lunes, 31 de diciembre de 2012

Nochevieja






Indudablemente el reloj es el instrumento que nos ayuda a organizar nuestro tiempo. Sea cual sea la actividad que vengamos realizando, todo es mensurable y tiene su duración.  Antes de las doce campanadas, en esta Nochevieja, he aquí  la reflexión que Antonio Machado hacía del reloj y del tiempo.


De todas las máquinas que ha construido el hombre, la más interesante es, a mi juicio,  el reloj, artefacto específicamente humano, que la mera animalidad no hubiera inventado nunca. El llamado homo faber, no sería homo si no hubiera fabricado relojes. Y en verdad, tampoco importa que los fabrique; basta con que los use; menos todavía: basta con que los necesite. Porque el hombre es el animal que mide su tiempo.
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El reloj es, en efecto, una prueba indirecta de la creencia del hombre en su mortalidad. Porque sólo un tiempo finito puede medirse. Esto parece evidente. Nosotros, sin embargo, hemos de preguntarnos todavía para qué mide el hombre el breve tiempo de que dispone. Porque sabemos que lo puede medir; pero ¿para qué lo mide? No digamos que lo mide para aprovecharlo, disponiendo en orden la actividad que lo llena. (....) Si lo mide, en efecto, para aprovecharlo, ¿para qué lo aprovecha? Pregunta que sigue llevando implícito el “¿Para qué lo mide?” incontestado. A mi juicio le guía una ilusión vieja como el mundo: la creencia de Zenón de Elea  en la infinitud de lo finito por su infinita divisibilidad. Ni Aquiles, el de los pies ligeros, alcanzará nunca a la tortuga, ni una hora bien contada se acabaría nunca de contar...

Fragmento extraído del capítulo XL del libro Juan de Mairena

                                                       Autor: Antonio Machado (1875-1939)


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