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viernes, 31 de mayo de 2013
martes, 28 de mayo de 2013
Fragmento de "El pensamiento vivo de Séneca" de María Zambrano
El fragmento corresponde al libro que lleva por título El
pensamiento vivo de Séneca publicado en
1944, durante el exilio americano de su autora. Ya en la introducción, María
Zambrano deja en resalte la actualidad de Séneca, su universalidad, su actitud
de mediador, así como la razón desvalida. La figura del sabio cordobés se
pergeña en una selección de textos donde se manifiesta la estoica resignación y
aceptación de la condición humana a través de los escritos dirigidos a Polibio,
Helvia y Marcia, de los tratados sobre la tranquilidad del ánimo, de la
brevedad de la vida, de la clemencia, de la vida bienaventurada, de cuestiones
naturales y en las cartas a
Lucilo.
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María Zambrano |
María
Zambrano (Vélez, Málaga 1904 – Madrid
1991) Ensayista y filósofa
española. Nacida en la localidad malagueña de Vélez-Málaga. Sus padres Blas Zambrano García de Carabante y Araceli Alarcón
Delgado, eran ambos maestros. En 1908 su familia se traladó a Madrid. Más
tarde, en 1909, se afincaron en Segovia donde transcurre su
adolescencia, porque a su padre Blas le habían otorgado la cátedra de
Gramática Castellana en la Escuela Normal de Maestros de la ciudad, mientras
María estudió en el Instituto de Segovia.
De nuevo en Madrid
fue discípula de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y Manuel García Morente.
Ejerció como profesora en la Universidad de Madrid y colaboradora en las
publicaciones Revista de Occidente, Cruz y Raya y Hora de España, entre otras.
Durante la Guerra Civil española (1936-1939) participó en algunas comisiones de
ayuda humanitaria y cultural, y se exilió en México en 1939. Profesora de la
Universidad de Morelia, se trasladó muy pronto a La Habana (Cuba), en cuya universidad
enseñó durante varios años, así como en la Universidad de Puerto Rico.
Posteriormente vivió en Francia, Italia y Suiza antes de su regreso definitivo
a España, en 1984. En 1981 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades, y en 1988 el Premio Cervantes.
Persigue la superación del racionalismo a través de una razón
poética en contraposición a la razón occidental que, desde Platón hasta el
idealismo alemán, ha ido construyendo un logos desencarnado,
desarraigado, que desprecia la vida; un espíritu que niega lo inmediato para
afirmar la libertad absoluta. Frente al logos que hace del hombre un ser
exiliado y nihilista, María Zambrano propone una “razón poética", una
mediación que sin caer en el irracionalismo desesperanzado, recupere el
contacto con la tierra
Así, la filosofía sería una tarea de construcción e
interpretación de símbolos. De ahí deriva el hecho de que uno de sus temas
fundamentales estribe en el análisis de lo que denomina “razón poética”, ya
presente en Claros del bosque (1977), y en el tono literario de muchos de
sus escritos, que parecen alejados del análisis técnico tradicional en la
investigación filosófica. Zambrano señaló, además, la relevancia de lo que
denominaba el “saber del alma”, que queda unido a su reflexión sobre la
esperanza y sobre la urgencia de lo divino en la vida humana. Ejemplos de esto
último serían Hacia un saber sobre el alma (1950) y El hombre y lo
divino (1955). Entre el resto de su obra merecen ser destacadas: Horizonte
de liberalismo (1930), Filosofía y poesía (1939), Pensamiento y
poesía en la vida española (1939), La agonía de Europa (1945), El sueño
creador (1965) y De la aurora (1986). En 1993 se publicó
una antología, La razón de la sombra.
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Cambrils |
viernes, 24 de mayo de 2013
sábado, 11 de mayo de 2013
Texto de Ana María Matute
A
veces pienso cuánto me gustaría viajar a través de un cerebro infantil. Por lo
que recuerdo de mi propia niñez, creo debe de tener cierto parecido con la
paleta de un pintor loco; un caótico país de abigarrados e indisciplinados
colores, donde caben infinidad de islas brillantes, lagunas rojas, costas con
perfil humano, oscuros acantilados donde se estrella el mar en una sinfonía
siempre evocadora, nunca desacorde con la imaginación...Claro está que habría que añadir a todo eso
el sonsoniquete de la tabla de multiplicar, el chirriar de la tiza en la
pizarra, la asignación semanal, las lentes sin armadura del profesor de latín,
el crujir de los zapatos nuevos, la ceniza del habano de papá..Y también rondan
aquellas playas unas azules siluetas indefinidas que tal vez representan el
miedo a la noche, y una movible hilera de insectos multicolores cuya sola vista
produce idéntica sensación a la experimentada junto a los hermanos menores. Y
aquellas campanadas súbitas, inesperadas, que resuenan desde sabe Dios dónde y
se espera bobamente poderlas contemplar grabadas en el mismo cielo...En fin, no
es posible abarcarlo todo, ni siquiera recordarlo.
Pero
lo que no existe allí ciertamente, es la absoluta comprensión del bien ni del
mal. Por más fábulas rematadas en moraleja que nos hayan obligado a leer, por
más cruentos castigos que se acarreen las mentiras de Juanito, por más palacios
de cristal que se merezcan las pastoras buenas, la idea del bien y del mal no
arraiga fácilmente en aquellas tierras encendidas y tiernas, como en eterna
primavera. No existen niños buenos ni malos: se es niño y nada más.
Ana María Matute
Fragmento de Los niños buenos,
incluido en El tiempo y Algunos muchachos
y otros cuentos.
La escritora Ana María
Matute Ausejo nació en Barcelona el 26 de julio de 1926. Publicó sus
primeros relatos a los 16 años. El impacto de la guerra civil quedó ya
reflejado en su primera novela titulada Pequeño teatro (escrita en 1943,
pero inédita hasta 1954, cuando recibió el Premio Planeta). Su visión de la
guerra como un enfrentamiento fratricida se manifestará en muchas de sus obras
con características neorrealistas, como en Los Abel (1948), Fiesta al
Noroeste (1953, premio Café Gijón en 1952), Los hijos muertos (1958, premio de
la Crítica y premio Nacional de Literatura), Primera memoria (que obtuvo el
Premio Nadal en 1959), Los soldados lloran de noche (1964, premio Fastenrath
de la Real Academia Española), La trampa (1969) y La torre vigía (1971). En todas
estas obras la mirada protagonista infantil o adolescente es lo más
sobresaliente y marca un distanciamiento afectivo entre realidad y sentimiento
o entendimiento. Se inician con gran lirismo y poco a poco se sumergen en un
realismo exacerbado. Así sucede en El tiempo (1956), Historias de la
Artámila (1961) y Las luciérnagas, siendo este último un
relato sobre la posguerra cuya
publicacón íntegra se llevó a cabo
en 1993. Anteriormente, en 1954, había aparecido muy censurado bajo el
título de En esta tierra.
Su literatura infantil, que ha cultivado con esmero y cariño, ha
tenido una buena acogida; prueba de ello es que en 1965 obtuvo el Premio
Lazarillo por El polizón de Ulises.
Después de varios años de gran silencio narrativo, en 1984
obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil con la obra Solo un pie
descalzo. En 1996 publicó Olvidado rey Gudú y fue elegida académica de
número de la Real Academia Española. En 2000 salió a la luz su novela Aranmanoth,
ambientada
en la Edad Media, y el volumen Todos mis cuentos. Entre sus más recientes
publicaciones se encuentra Cuentos de infancia (2002), un curioso volumen
que recoge relatos y dibujos realizados por la autora durante su niñez, La
puerta de la luna. Cuentos completos (2010)
En 2007 le fue concedido el Premio Nacional de las Letras Españolas
por el conjunto de su obra y en noviembre de 2010 el
Premio Cervantes.
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