martes, 28 de mayo de 2013

Fragmento de "El pensamiento vivo de Séneca" de María Zambrano

Descubrir el tiempo es descubrir el engaño de la vida, su trampa última; es sentirse forzosamente, en un instante al menos, como muchacho engañado a quien le cae el engaño. Es, así, un entrar en razón. Por algo Heráclito, que tan exacto sentido tiene del tiempo, nos habla en ese paternal tono de reprimenda. Al ponernos delante de la evidencia del correr incesante de las cosas, nos está haciendo “entrar en razón”.

Pero el que esta experiencia tenga un sentido histórico, una trascendencia, es también una experiencia histórica. Es decir, es principalmente eso, pues que el descubrimiento del tiempo no siempre aprovecha. Hay épocas en que los hombres pueden permitirse el lujo de vivir ignorándolo; son los momentos en que históricamente somos niños o jóvenes y hasta hombres maduros embargados por las ilusiones, por el juego y hasta por el trabajo. Son las épocas llenas, en que el hombre no desengañado, sino sostenido por el mundo se puede permitir el lujo del engaño.

Séneca vivió un momento propicio para descubrir el tiempo. El mundo, es cierto, estaba lleno, lleno como nunca de esplendor, poderío, de ocio y de negocio. Pero como todo ello no estaba sostenido por una condición firme, al fin un día u otro tenía que caerse.          
                                                   …………
Séneca era oficiante de la razón mediadora, relativista. Y de ahí que su pensamiento esté vivo, y más que su pensamiento, su imagen, su figura en todos los tiempos en que la razón, sin fe, quiere mediar entre un irracional mundo y su puro reino abandonado. Séneca aparecerá vivo siempre que ante la inexorabilidad de  la muerte y del poder humano se encuentre, entre una fe que se extingue y otra que llega, una Razón desvalida.
                                 El pensamiento vivo de Séneca
                                                                         
                                                                  María Zambrano



El fragmento corresponde al libro que lleva por título El pensamiento vivo de Séneca publicado en 1944, durante el exilio americano de su autora. Ya en la introducción, María Zambrano deja en resalte la actualidad de Séneca, su universalidad, su actitud de mediador, así como la razón desvalida. La figura del sabio cordobés se pergeña en una selección de textos donde se manifiesta la estoica resignación y aceptación de la condición humana a través de los escritos dirigidos a Polibio, Helvia y Marcia, de los tratados sobre la tranquilidad del ánimo, de la brevedad de la vida, de la clemencia, de la vida bienaventurada, de cuestiones naturales y en las  cartas a Lucilo.

María Zambrano





María Zambrano  (Vélez, Málaga 1904 – Madrid 1991) Ensayista y  filósofa española. Nacida en la localidad malagueña de Vélez-Málaga. Sus padres Blas Zambrano García de Carabante y Araceli Alarcón Delgado, eran ambos maestros. En 1908  su familia se traladó a Madrid. Más tarde, en 1909,  se afincaron en Segovia donde transcurre su adolescencia,  porque a su padre Blas le habían otorgado la cátedra de Gramática Castellana en la Escuela Normal de Maestros de la ciudad, mientras María estudió en el Instituto de Segovia.
 De nuevo en Madrid fue discípula de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y Manuel García Morente. Ejerció como profesora en la Universidad de Madrid y colaboradora en las publicaciones Revista de Occidente, Cruz y Raya y Hora de España, entre otras. Durante la Guerra Civil española (1936-1939) participó en algunas comisiones de ayuda humanitaria y cultural, y se exilió en México en 1939. Profesora de la Universidad de Morelia, se trasladó muy pronto a La Habana (Cuba), en cuya universidad enseñó durante varios años, así como en la Universidad de Puerto Rico. Posteriormente vivió en Francia, Italia y Suiza antes de su regreso definitivo a España, en 1984. En 1981 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y en 1988 el Premio Cervantes.
Persigue la superación del racionalismo a través de una razón poética en contraposición a la razón occidental que, desde Platón hasta el idealismo alemán, ha ido construyendo un logos desencarnado, desarraigado, que desprecia la vida; un espíritu que niega lo inmediato para afirmar la libertad absoluta. Frente al logos que hace del hombre un ser exiliado y nihilista, María Zambrano propone una “razón poética", una mediación que sin caer en el irracionalismo desesperanzado, recupere el contacto con la tierra
Así, la filosofía sería una tarea de construcción e interpretación de símbolos. De ahí deriva el hecho de que uno de sus temas fundamentales estribe en el análisis de lo que denomina “razón poética”, ya presente en Claros del bosque (1977), y en el tono literario de muchos de sus escritos, que parecen alejados del análisis técnico tradicional en la investigación filosófica. Zambrano señaló, además, la relevancia de lo que denominaba el “saber del alma”, que queda unido a su reflexión sobre la esperanza y sobre la urgencia de lo divino en la vida humana. Ejemplos de esto último serían Hacia un saber sobre el alma (1950) y El hombre y lo divino (1955). Entre el resto de su obra merecen ser destacadas: Horizonte de liberalismo (1930), Filosofía y poesía (1939), Pensamiento y poesía en la vida española (1939), La agonía de Europa (1945), El sueño creador (1965) y De la aurora (1986). En 1993 se publicó una antología, La razón de la sombra.






Cambrils



                         
                                  


                          

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