NATURALEZA
EL
FILÓSOFO. ¿Qué eres tú. Naturaleza? Vivo en ti y hace cincuenta años que te
busco y no he podido encontrarte todavía.
LA
NATURALEZA. Los antiguos egipcios, que según dicen vivían doscientos años, me
reprochaban lo mismo. Me llamaron Isis y me cubrieron la cabeza con un velo,
diciendo que nadie podía levantármelo.
EL
FILÓSOFO. Por eso me dirijo a ti. Pude medir algunos de tus astros, conocer su
órbita y asignar las leyes del movimiento, pero no he logrado saber quién eres.
¿Actúas continuamente? ¿Eres siempre pasiva? ¿Tus elementos se organizaron por
sí mismos, al igual que el agua se pone sobre la arena, el aceite sobre el agua
y el aire sobre el aceite? ¿Dirige tus operaciones un espíritu, como dirige los
Concilios cuando se reúnen, aunque sus miembros sean algunas veces ignorantes?
Te suplico que me proporciones la clave de tu enigma.
LA
NATURALEZA. Soy el gran todo, no sé nada más. No soy matemática y en mí todo
está organizado con leyes matemáticas. Adivina, si puedes, cómo se hizo esto.
EL
FILÓSOFO. Pues si eres el gran todo que sabes matemáticas y tus leyes son
estrictamente geométricas, es menester que exista un ser eterno geómetra que te
guíe, esto es una inteligencia suprema que dirija tus operaciones.
LA
NATURALEZA. Tienes razón. Soy agua, tierra, fuego, atmósfera, metal, mineral,
piedra, vegetal y animal. Sé que existe en mí una inteligencia; tú también la
tienes y no la ves, como yo tampoco veo la mía. Sé que existe un poder
invisible que no puedo conocer. Por tanto, ¿cómo quieres tú, que sólo eres una
parte insignificante de mí misma, saber lo que no sé?
EL
FILÓSOFO. Los hombres somos curiosos. Quisiera saber por qué siendo como eres
tan tosca en las montañas, desiertos y mares, eres, sin embargo, tan
industriosa en tus animales y vegetales.
LA
NATURALEZA. ¿Quieres que te diga la verdad? Me han designado con un nombre
impropio: me llaman Naturaleza y soy todo arte.
EL
FILÓSOFO. Esa palabra desconcierta mis ideas. ¿La naturaleza es arte?
LA
NATURALEZA. Sin duda. ¿Ignoras que se ha plasmado un arte infinito en esos
mares y en esos montes que tan toscos te parecen?¿Desconoces acaso que todas
las aguas gravitan hacia el centro de la Tierra y sólo se elevan obedeciendo a
leyes inmutables; que esas montañas que coronan el mundo son inmensos depósitos
de nieves eternas y madres de fuentes, lagos y ríos, sin los cuales el género
animal y el reino vegetal morirían? Crees que sólo tengo tres reinos, el
animal, el vegetal y el mineral, pero es menester que sepas que mis reinos son
millones. Si te detienes a analizar la formación de un insecto, de una espiga
de trigo, del oro y del cobre, todo te parecerá en mí maravillas de arte.
EL
FILÓSOFO. Es verdad. Cuanto más reflexiono más comprendo que eres el resultado
del arte de un ser omnipotente que te oculta y te hace aparecer. Todos los
filósofos desde Thales, y acaso muchos anteriores a él, han jugado a la gallina
ciega contigo y han dicho: Ya te he pillado, pero no te tenían. Todos los
hombres nos parecemos a Ixión, que creyó abrazar a Juno y sólo era una nube.
LA
NATURALEZA. Puesto que soy todo lo que es, ¿cómo un ser como tú, parte exigua
de mí misma, ha de poder aprehenderme? Contentaos, hijos míos, siendo como sois
átomos, con ver algunos átomos que os rodean, con beber algunas gotas de mi
leche, con vegetar algunos momentos en mi seno y con morir sin llegar a conocer
a vuestra madre
y a
vuestra nodriza.
EL
FILÓSOFO. Pues bien, madre mía, dime por qué existes y por qué existe todo lo
del mundo.
LA
NATURALEZA. Te contestaré lo que respondo desde hace muchísimos siglos a
quienes me preguntan sobre los primeros principios: no lo sé.
EL
FILÓSOFO. Sería preferible la nada a la multitud de existencias creadas para
ser continuamente extinguidas, a la infinidad de animales que nacen y se
reproducen para devorar a otros y ser devorados al ingente número de seres
sensibles que padecen esa enormidad de sensaciones dolorosas, al exceso de
inteligencias que rara vez conocen la razón.
¿Para qué
todo esto, Naturaleza?
LA
NATURALEZA. No sé contestarte. Pregúntaselo al que lo hizo.
Del Diccionario filosófico de Voltaire
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