miércoles, 3 de diciembre de 2014

En el centenario del nacimiento de Alaíde Foppa





EL CORAZÓN

Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.

Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.                                         Alaíde Foppa



LAS VENAS

La floración azulada
de las venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de mi piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.


                                                                     Alaíde Foppa
 







LA SANGRE

Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.

                                                                    Alaíde Foppa






EL ALIENTO


No se de donde viene
el viento que me lleva,
el suspiro que me consuela,
el aire que acompasadamente
mueve mi pecho
y alienta
mi invisible vuelo.
Yo soy apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento.            Alaíde Foppa







De madre guatemalteca y padre argentino, Alaíde Foppa nació en Barcelona el 3 de diciembre  de 1914.

Vivió algunos años en Argentina y pasó su adolescencia en Italia. donde estudió Historia del Arte y Letras. Casada con ciudadano guatemalteco adoptó la nacionalidad de su esposo, pero tuvo que exiliarse en México durante algunos años.

En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México desempeñó.la cátedra de Literatura Italiana y Sociología

En 1980, de regreso de su exilio fue catedrática en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Al poco tiempo sería secuestrada y desaparecida por la dictadura gubernamental.

De su obra poética merecen destacarse: La Sin Ventura, Los dedos de mi mano, Aunque es de noche, Guirnalda de Primavera, Elogio de mi cuerpo, Las palabras y el tiempo.

Tradujo alcastellano El ave Fénix de Paul Eluard.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Tres poemas de María Eugenia Vaz Ferreira

 HISTORIA PÓSTUMA 


Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves músicas...

Las palabras melodiosas
divinas como el silencio,
las rosas de nieve y oro
perfumadas de secretos...


Las albas anunciadoras
de los venturosos días
henchidos de primaveras
refulgentes de sonrisas...

Las pálidas nebulosas
de los cielos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la paz de los sepulcros.
                                            Mª Eugenia Vaz Ferreira (1875- 1924)



LA RIMA VACUA

Grito de sapo
llega hasta mí de las nocturnas charcas...
la tierra está borrosa y las estrellas
me han vuelto las espaldas.


Grito de sapo, mueca
de la armonía, sin tono, sin eco,
llega hasta mí de las nocturnas charcas...

La vaciedad de mi profundo hastío
rima con él el dúo de la nada.
                                                                        
                                                              Mª Eugenia Vaz Ferreira


VOZ DEL RETORNO

Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
la dulce remembranza de un viejo sueño vano,
ni la marchita y frágil ala de una quimera
que al estrecharse deja su polvo entre la mano.

La media noche es tarde y el alba fue temprano,
y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;
quien sin besarla aspira la flor de Primavera,
pasa como una sombra por el jardín humano.

Violetas de los prados en el solar fragante,
rosas de los pensiles rojas y perfumadas
que al pasajero abrieron su misterioso broche;

el náufrago retorna como una sombra errante,
sin una sola estrella de flámulas doradas
con que alumbrar el fondo de su infinita noche.

                                                              Mª Eugenia Vaz Ferreira


 
María Eugenia Vaz Ferreira




María Eugenia Vz Ferreira fue una poeta uruguaya nacida en Montevideo el 13 de julio de 1874. Contemporánea de Delmira  Agustini y de Herrera Reisig, es considerada como una poeta metafísica, con rasgos del romanticismo y simbolismo.

Sin recibir una educación formal, manifestó gran sensibilidad para la música. Era también intérprete de piano en círculos de su ciudad natal.

Dedicada por algún tiempo a la docencia, fue designada para dictar la Cátedra de Literatura en la Universidad de Mujeres. Sin embargo, su precaria salud la obligó a abandonar su trabajo, falleciendo el 20 de mayo de 1924, a los 49 años y  antes de ver publicada su obra.

Su producción literaria está compuesta por cuarenta poemas contenidos en su Isla de los Cánticos, publicada por su hermano Carlos -reconocido ensayista y filósofo- en 1925.

viernes, 28 de noviembre de 2014

TRES POEMAS DE JUANA DE IBARBOUROU

 


LA ENREDADERA


Por el molino del huerto
asciende una enredadera.

El esqueleto de hierro
va a tener un chal de seda

ahora verde, azul más tarde
cuando llegue el mes de Enero

y se abran las campanillas
como puñados de cielo.

Alma mía: ¡quién pudiera
Vestirte de enredadera!
                                                        Juana de Ibarbourou (1892-1979),


REBELDE

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren, 
y bajo tus miradas de siniestro patriarca
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

Yo iré como una alondra cantando por el río
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje,
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tú no quieras, por más guiños siniestros
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando quieras dejarme a la orilla del río
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.
                                                                                     Juana de Ibarbourou

VIDA ALDEANA


Iremos por los campos, de la mano,
a través de los bosques y los trigos,
entre rebaños cándidos y amigos,
sobre la verde placidez del llano,

para comer el fruto dulce y sano
de las rústicas vides y los higos
que coronan las tunas. Como amigos
partiremos el pan, la leche, el grano.

Y en las mágicas noches estrelladas,
bajo la calma azul, entrelazadas
las manos, y los labios temblorosos,

renovaremos nuestro muerto idilio,
y será como un verso de Virgilio
vivido ante los astros luminosos.

                                                                     Juana de Ibarbourou











Juana de Ibarbourou
                 

Otra escritora uruguaya fue Juana de Ibarbourou (1892-1979), seudónimo de Juana Fernández Morales. Nació en Melo (Cerro Largo) el 8 de marzo de 1892. Sus primeros poemas aparecieron en periódicos de la provincia como El deber cívico de Melo, donde firmaba como Jeanette D’Ibar. A los 21 años contrajo matrimonio con el capitán Lucas Ibarbourou (de padre francés), adoptando el apellido de su esposo. Un año más tarde nació su único hijo: Julio César y en 1918 se instalaron definitivamente en Montevideo.

 Sus dos primeros libros  de poemas  fueron Las lenguas de diamante (1919) y El cántaro fresco (1920), que le procuraron una gran popularidad y difusión en toda Hispanoamérica. La originalidad de su estilo consistió en unir al rico cromatismo e imágenes modernistas un sentido optimista de la vida, pero con un lenguaje sencillo, sin complejidades conceptuales, que redunda en una expresividad fresca y natural. A partir de entonces publicaría más de treinta libros, la mayoría de los cuales fueron libros de poesía, aunque escribió también unas memorias, Chico Carlo (1944), y un libro para niños.

Sus últimos libros de poemas pierden el tono festivo para adentrarse en temas universales, más hondos, como la brevedad de la vida, la soledad o la muerte. Entre estos se encuentran Estampas de la Biblia (1935) y Perdida (1950), en los que muestra una sólida madurez y un carácter reflexivo. En Azor (1953), Oro y tormenta (1956) y La pasajera (1967), la obra se hace más apesadumbrada todavía y en ella se percibe la actitud de su autora a la hora de enfrentarse a la vejez y a la enfermedad.

Ibarbourou alcanzó su gran éxito con sus primeras obras, en las que se incluían sencillos poemas de ritmos contagiosos, que celebraban el amor y la naturaleza. Su amplia popularidad la hizo merecedora del sobrenombre de Juana de América, al que ella contribuyó declarándose “hija de la naturaleza

Murió el 15 de julio de 1979  en su casa de la Avenida 8 de octubre de Montevideo, a los 87 años.