sábado, 29 de noviembre de 2014

Tres poemas de María Eugenia Vaz Ferreira

 HISTORIA PÓSTUMA 


Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves músicas...

Las palabras melodiosas
divinas como el silencio,
las rosas de nieve y oro
perfumadas de secretos...


Las albas anunciadoras
de los venturosos días
henchidos de primaveras
refulgentes de sonrisas...

Las pálidas nebulosas
de los cielos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la paz de los sepulcros.
                                            Mª Eugenia Vaz Ferreira (1875- 1924)



LA RIMA VACUA

Grito de sapo
llega hasta mí de las nocturnas charcas...
la tierra está borrosa y las estrellas
me han vuelto las espaldas.


Grito de sapo, mueca
de la armonía, sin tono, sin eco,
llega hasta mí de las nocturnas charcas...

La vaciedad de mi profundo hastío
rima con él el dúo de la nada.
                                                                        
                                                              Mª Eugenia Vaz Ferreira


VOZ DEL RETORNO

Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
la dulce remembranza de un viejo sueño vano,
ni la marchita y frágil ala de una quimera
que al estrecharse deja su polvo entre la mano.

La media noche es tarde y el alba fue temprano,
y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;
quien sin besarla aspira la flor de Primavera,
pasa como una sombra por el jardín humano.

Violetas de los prados en el solar fragante,
rosas de los pensiles rojas y perfumadas
que al pasajero abrieron su misterioso broche;

el náufrago retorna como una sombra errante,
sin una sola estrella de flámulas doradas
con que alumbrar el fondo de su infinita noche.

                                                              Mª Eugenia Vaz Ferreira


 
María Eugenia Vaz Ferreira




María Eugenia Vz Ferreira fue una poeta uruguaya nacida en Montevideo el 13 de julio de 1874. Contemporánea de Delmira  Agustini y de Herrera Reisig, es considerada como una poeta metafísica, con rasgos del romanticismo y simbolismo.

Sin recibir una educación formal, manifestó gran sensibilidad para la música. Era también intérprete de piano en círculos de su ciudad natal.

Dedicada por algún tiempo a la docencia, fue designada para dictar la Cátedra de Literatura en la Universidad de Mujeres. Sin embargo, su precaria salud la obligó a abandonar su trabajo, falleciendo el 20 de mayo de 1924, a los 49 años y  antes de ver publicada su obra.

Su producción literaria está compuesta por cuarenta poemas contenidos en su Isla de los Cánticos, publicada por su hermano Carlos -reconocido ensayista y filósofo- en 1925.

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