viernes, 11 de noviembre de 2011

CÓMO CULTIVAR LA PAZ





              
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                                                CÓMO CULTIVAR  LA PAZ 



       No se puede desligar la vida humana del ejercicio de pensar. Y para saber lo que son las naciones, las comunidades y los pueblos hay que averiguar ante todo cómo han llegado a ser lo que son. Me ratifico con quienes afirman que más que maestra de la vida o ejemplo para el porvenir, la lección esencial que podemos esperar de la historia es la constatación de la diversidad de culturas y costumbres entre los pueblos.

       La historia es pluralidad y es memoria de una sociedad. Y es tarea de la educación preservar la memoria colectiva y formar en el pluralismo, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos.

       Y llegado a este punto, considero oportuno recordar que con motivo del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un grupo de premios Nobel elaboraron el Manifiesto 2000 con el objetivo de despertar en cada conciencia la responsabilidad de llevar a la práctica los valores, las actitudes y las formas de comportamiento que inspiran la cultura de la paz para forjar un mundo más justo, más libre, más digno y solidario.


                                   ¿De qué manera?


1º.- Respetando todas las vidas y la dignidad de cada persona sin discriminación ni perjuicios.

2º.- Rechazando la violencia en todas sus formas: física, psicológica, sexual, política, económica, social y mediática, en particular la ejercida hacia los más débiles y vulnerables.

3º.- Defendiendo la libertad de expresión y la diversidad cultural, privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al fanatismo ni a la maledicencia.

4º.- Protegiendo el medio ambiente, promoviendo un consumo razonable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta.

5º.- Contribuyendo al desarrollo de de la propia comunidad, propiciando la participación de las mujeres con el fin de crear nuevas formas de solidaridad.

Así pues ante la pérdida de identidad que supone la globalización, resulta saludable reencontrarnos con nuestra propia historia, pero sin enquistarnos en ella, permaneciendo abiertos a todo lo que nos dignifica y nos hace más humanos. Por ello, desde la inmediatez de nuestra propia experiencia cultivemos la paz.

                                           M. S. Latasa Miranda

                                                 Septiembre 2001

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