EL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA
Perdonadme:
he dormido.
Y dormir
no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no
es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir
en ellas? Las palabras mueren.
Bellas
son al sonar, mas nunca duran.
Así esta
noche clara. Ayer cuando la aurora
o cuando
el día cumplido estira el rayo
final,
ya en tu rostro acaso.
Con tu
pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche
es larga, pero ya ha pasado.
De Poemas de la consumación
Vicente Aleixandre
HUMANA VOZ
Duele la
cicatriz de la luz,
duele en
el suelo la misma sombra de los dientes,
duele
todo,
hasta el
zapato triste que se lo llevó el río.
Duelen
las plumas del gallo,
de
tantos colores
que la
frente no sabe qué postura tomar
ante el
rojo cruel del poniente.
Duele el
alma amarilla o una avellana lenta,
la que
rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las
lágrimas no se sentían más que al tacto.
Duele la
avispa fraudulenta
que a
veces bajo la tetilla izquierda
imita un
corazón o un latido,
amarilla
como el azufre no tocado
o las
manos del muerto a quien queríamos.
Duele la
habitación como la caja del pecho,
donde
las palomas blancas como sangre
pasan
bajo la piel sin pararse en los labios
a
hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.
Duele el
día, la noche,
duele el
viento gemido,
duele la
ira o espada seca,
aquello
que se besa cuando es de noche.
Tristeza.
Duele el candor, la ciencia,
el
hierro, la cintura,
los
límites y esos brazos abiertos, horizonte
como
corona contra las sienes.
Duele el
dolor. Te amo.
Duele,
duele. Te amo.
Duele la
tierra o uña,
espejo
en que estas letras se reflejan.
De La destrucción o el amor
Vicente Aleixandre
REPOSO
Una
tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro
limpio, una oquedad, un siglo.
Este
pasar despacio sin sonido,
esperando
el gemido de lo oscuro.
Oh tú,
mármol de carne soberana.
Resplandor
que traspasas los encantos,
partiendo
en dos la piedra derribada.
Oh
sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los
cardos cuando crecen, cuando arañan
las
gargantas partidas por el beso.
Oh esa
luz sin espinas que acaricia
la
postrer ignorancia que es la muerte.
De Espadas como labios
Vicente Aleixandre
Vicente Aleixandre |
El poeta Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898, pero
su infancia transcurrió en Málaga y a
los trece años se trasladó con su
familia a Madrid. Estudió Derecho y Comercio en la Universidad de
Madrid. Fue profesor de Derecho
Mercantil. En 1925 enfermó de tuberculosis y pasó un periodo en un
sanatorio de la sierra de Guadarrama que lo mantuvo alejado de la vida cultural
y social. A partir de entonces se dedicó a escribir.
Perteneciente
a la Generación del 27 y miembro de la Real Academia Española desde 1949
fue uno de los grandes valores de la poesía del siglo XX.
A su primer libro, Ámbito (1928) de carácter intimista y próximo a la poesía pura de Juan Ramón
Jiménez, siguieron Espadas como labios (1932) de influencia surrealista, Pasión
de la tierra ( 1935) donde se pone de manifiesto la
importancia que adquiere el subconsciente y el mundo onírico, La destrucción
o el amor (1935) supone la madurez literaria del
poeta, Sombra del paraíso ( 1944) es un canto a la luz desde la oscuridad. El tema es el
universo, un mundo paradisíaco donde los elementos de la naturaleza irradian
hermosura y amor. En Mundo a
solas (1950), Nacimiento último (1953), Historia del
corazón
(1954), En un vasto dominio (1962), Poemas
de la consumación
(1968), Diálogos del conocimiento (1974) adopta una actitud más
esperanzada. El hombre, el conocimiento y la pasión amorosa adquieren mayor
importancia. Póstumamente se publicó En gran noche ( 1991).
La expresión
barroca, la presencia del simbolismo y la utilización del verso libre son
características que conforman sus obras.
En prosa: En
la vida del poeta. El amor y la poesía (1950), que
fue su discurso de ingreso en la Real Academia Española y Los encuentros (1958) libro de retratos y semblanzas de escritores y poetas de seis
generaciones literarias. Luis de Góngora, Baroja, Salinas, García Lorca o
Emilia Pardo Bazán son algunos de los que desfilan por sus páginas. Profundiza
en la humanidad de cada uno de ellos, describiendo sus gestos y presencia.
En 1934 fue Premio
Nacional de Literatura y en 1977 recibió el Premio
Nobel de
Literatura.
Falleció en
Madrid en 1984, a los 86 años. Su casa de Madrid de la calle Velintonia, en los últimos años de su vida fue un
centro de tertulias literarias a la que acudían intelectuales y poetas
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