viernes, 29 de mayo de 2015

Tres poemas de Carmen Martín Gaite




CANCIÓN ROTA

Siempre que iba a cantar
algo se interponía
y a mí no me importaba,
¡había tanto tiempo!

Mi canción se quedaba en el alero.
confiada,
meciéndose en la espera
cuajada de horizontes.

Si alguna vez con mudo gesto
    antiguo
acaricio las cuerdas,
el aire se retira
y el corazón me late nuevamente
con aquellos latidos turbulentos,
heraldos de mi canto.

¡Ay, mi canción truncada!
Yo nunca tenía prisa
y la dejaba siempre,
amor,
para después.

                                                              Carmen Martín Gaite



CERTEZA

Habéis empujado  hacia mí estas
    piedras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
Por aquella ranura de poniente.

                                                     Carmen Martín Gaite

                                                                                                                                                        


¿ERA POR AQUÍ?

¿Era por aquí?
¿O he perdido el camino?
Casi llego a lo alto de la cima
y aún la vislumbro un poco,
si vuelvo la cabeza,
serpeando allá abajo,
la veredita aquella
orlada de manzanos.
Tal vez era la mía.
Y las voces de antaño me
     despiertan.
Sopla un viento muy frío,
noto un poco de vértigo
y tengo que seguir
subiendo como pueda,
sin mirar para atrás.
Ya casi estoy llegando
a lo alto de la cima, 
y me pregunto si era por aquí.

                                                                   Carmen Martín Gaite

                                                                          

     

 

               
Carmen Martín Gaite

 

Carmen Martín Gaite, como casi todos los narradores de su generación, comenzó escribiendo poemas. Algunos se publicaron en la revista universitaria salmantina Trabajos y días, ciudad donde nació el 8 de diciembre de 1925 y falleció en Madrid el 23 de julio de 2000,  a los 74 años.  Fue en la Universidad de Salamanca  donde cursó Filosofía y Letras y conoció a Agustín García Calvo e Ignacio Aldecoa.

En 1950 se trasladó a Madrid y  el reencuentro con Ignacio Aldecoa fue decisivo para  formar parte del circulo literario conocido como Generación del 50 o  de la posguerra junto al propio Aldecoa, Josefina Rodríguez, Elena Soriano, Alfonso Sastre, Juan Benet, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio.
En 1955 publicó El balneario, al que siguieron Entre visillos (Premio Nadal 1957), Las ataduras (1960), Ritmo lento (1963), Retahílas (1974), novela donde lleva a cabo una atenta reflexión sobre la soledad humana y la carencia de horizontes, a la que seguiría El cuarto de atrás ( 1978, Premio Nacional de Literatura). En El cuento de nunca acabar (Apuntes sobre la narración, el amor y la mentira) (1983), medita sobre el arte narrativo, conjugando memoria, ficción y ensayo.
Destacan también entre sus novelas La reina de las hadas (1995) —en la que utiliza las claves del folletín—, Lo raro es vivir (1996) e Irse de casa (1998). En Cuéntame (1999) reúne ensayos y cuentos escritos entre 1953 y 1997.

Además de El proceso de Macanaz (1970) en su labor como ensayista hay dos libros fruto de su tesis doctoral: Usos amorosos del siglo XVIII (1972)  y Usos amorosos de la posguerra española (1987), y Desde la ventana. Enfoque femenino de la literatura española (1987)

En A rachas (1976),  Todo es un cuento roto en Nueva York (1986) o  Después de todo (1996) dio muestra de su quehacer poético.

En colaboración con Víctor García de la Concha escribió el guión televisivo de Santa Teresa de Jesús.
Como narradora para jóvenes hallamos algunos títulos como:  El castillo de las tres murallas (1978), El pastel del diablo (1985) o Caperucita en Manhattan (1988), de carácter fantástico. 
Su libro Esperando el porvenir. Homenaje a Ignacio Aldecoa (1994) reúne las cuatro conferencias que sobre la vida y la obra del escritor dictó Martín Gaite en la universidad de Salamanca.
En 1988 compartió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con José Ángel Valente.  y entre otros galardones, obtuvo el Premio Nacional de las Letras  en dos ocasiones (1978 y 1994)

Su extensa obra narrativa queda enmarcada en la realidad cotidiana, reproduciendo escenarios intimistas en los que  la falta de perspectiva, los ambientes cerrados, la lucha contra los convencionalismos, la incomunicación y la búsqueda de identidad son temas constantes.
Como publicaciones póstumas hay ediciones de Poemas (2001), la novela Los parentescos (2001), Pido la palabra (2002) es una selección de conferencias impartidas por Martín Gaite sobre los temas más diversos y Cuadernos de todo (2003), un conjunto de cartas y documentos personales recopilados por la hermana de la escritora entre sus familiares y amigos.








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