martes, 23 de septiembre de 2014

Dos poemas de Rosalía de Castro


MEDITACIÓN EN EL UMBRAL

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
                                                 Rosalía de Castro ( 1837-1885)


DEL RUMOR CADENCIOSO DE LA ONDA...

Del rumor cadencioso de la onda
y el viento que muge;
del incierto reflejo que alumbra
la selva o la nube;
del piar de alguna ave de paso;
del agreste ignorado perfume
que el céfiro roba
al valle o a la cumbre,
mundos hay donde encuentran asilo
las almas que al peso
del mundo sucumben.
                                              Rosalía de Castro ( 1837-1885)
 




 
Rosalía de Castro





La poeta Rosalía de Castro (1837-1885) nació el 24 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Hija de Mª Teresa de la Cruz  de Castro , madre soltera  y de un seminarista. Su nodriza le enseñó la lengua gallega y le hizo conocer la poesía popular en esa lengua. En Madrid, ciudad donde se trasladó por cuestiones familiares en 1856, conoció a Manuel Murguía, con el que se casó dos años más tarde y quien la puso en contacto con Bécquer y su círculo literario. En 1857 publicó su primer libro , La Flor, al que siguieron Cantares gallegos(1863), y Follas Novas,  (1880), ambos en gallego. Su obra principal, En las orillas del Sar, se publicó en castellano en 1884. Dos de sus  siete hijos fallecieron. Su salud fue delicada y su temperamento claramente depresivo. Desde 1874 vivió en Galicia, y murió el 15 de julio de 1885 en Padrón o Iria Flavia (La Coruña), a los 48 años.

 
Casa -museo de Rosalía de Castro en Padrón
Con Cantares gallegos contribuyó, junto a Curros Enríquez y Pondal, al Rexurdimento y revitalización cultural de Galicia. El libro presenta reminiscencias de la antigua lírica galaico-portuguesa, de origen provenzal, especialmente de la popular, con notables innovaciones métricas, y protesta contra el centralismo castellano y la vida miserable del campesino gallego que le obligaba a emigrar.
Por su parte, en Follas Novas (Hojas nuevas,1880) , ve el mundo como adversidad, y la existencia humana como dolor. A pesar del carácter intimista, la autora se siente solidaria con los problemas sociales.
En las orillas del Sar –río que pasa por Padrón- y que hace exclamar a la utora :
         ¡Cuán hermosa es tu vega! ¡Oh, Padrón! ¡Oh, Iria Flavia!
destaca su carácter innovador.  Sus poemas suponen un punto de partida de la lírica moderna. Rompen con las formas métricas de su tiempo y presentan unas imágenes inquietantes y muy poco tradicionales. La emoción personal ante la felicidad que nunca se consigue resume la tremenda inutilidad que  implica la aspiración a la belleza sobrenatural. Algunos de sus símbolos inspirarán a Antonio Machado. Por su parte, Juan Ramón Jiménez la sitúa entre los predecesores del Modernismo.
Sus obras en narrativa fueron escritas en castellano durante su juventud  e incluye títulos como La hija del mar, Flavio, Ruinas, El caballero de las botas azules.En ellas entra en juego dignificar el trabajo y la vida de las mujeres. Tal vez por ello es considerada por la crítica como pionera del feminismo.

sábado, 30 de agosto de 2014

Tres poemas de Vicente Aleixandre

 
EL POETA SE ACUERDA DE SU VIDA


Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, ya en tu rostro acaso.
Con tu pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.

                                                  De Poemas de la consumación

                                                 Vicente Aleixandre




HUMANA VOZ


Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.

Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.

Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.

Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amarilla como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.

Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.

Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.

Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.

Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan.

                                   De  La destrucción o el amor


                                                           Vicente Aleixandre




REPOSO

Una tristeza del tamaño de un pájaro.
Un aro limpio, una oquedad, un siglo.
Este pasar despacio sin sonido,
esperando el gemido de lo oscuro.
Oh tú, mármol de carne soberana.
Resplandor que traspasas los encantos,
partiendo en dos la piedra derribada.
Oh sangre, oh sangre, oh ese reloj que pulsa
los cardos cuando crecen, cuando arañan
las gargantas partidas por el beso.


Oh esa luz sin espinas que acaricia
la postrer ignorancia que es la muerte.

                                           De Espadas como labios

                                                        Vicente Aleixandre









Vicente Aleixandre


El poeta Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898, pero su infancia transcurrió en Málaga y a  los trece años se trasladó con su  familia a Madrid. Estudió Derecho y Comercio en la Universidad de Madrid. Fue profesor de Derecho  Mercantil. En 1925 enfermó de tuberculosis y pasó un periodo en un sanatorio de la sierra de Guadarrama que lo mantuvo alejado de la vida cultural y social. A partir de entonces se dedicó a escribir.
Perteneciente a la Generación del 27 y miembro de la Real Academia Española desde 1949 fue  uno de los grandes  valores de la poesía del siglo XX.
 A su primer libro, Ámbito (1928) de carácter intimista y próximo a la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, siguieron Espadas como labios  (1932) de influencia surrealista, Pasión de la tierra ( 1935) donde se pone de manifiesto la importancia que adquiere el subconsciente y el mundo onírico, La destrucción o el amor (1935) supone la madurez literaria del poeta,  Sombra del paraíso ( 1944) es un canto a la luz desde la oscuridad. El tema es el universo, un mundo paradisíaco donde los elementos de la naturaleza irradian hermosura y amor. En  Mundo a solas (1950), Nacimiento último  (1953), Historia del corazón  (1954), En un vasto dominio (1962), Poemas de la consumación  (1968), Diálogos del conocimiento  (1974) adopta una actitud más esperanzada. El hombre, el conocimiento y la pasión amorosa adquieren mayor importancia. Póstumamente se publicó En gran noche ( 1991).
La expresión barroca, la presencia del simbolismo y la utilización del verso libre son características que conforman sus obras.

En prosa: En la vida del poeta. El amor y la poesía (1950), que fue su discurso de ingreso en la Real Academia Española y  Los encuentros (1958) libro de retratos y semblanzas de escritores y poetas de seis generaciones literarias. Luis de Góngora, Baroja, Salinas, García Lorca o Emilia Pardo Bazán son algunos de los que desfilan por sus páginas. Profundiza en la humanidad de cada uno de ellos, describiendo sus gestos y presencia.

En 1934 fue Premio Nacional de Literatura y en 1977 recibió el Premio Nobel de  Literatura.

Falleció en Madrid en 1984, a los 86 años. Su casa de Madrid de la calle Velintonia,  en los últimos años de su vida fue un centro de tertulias literarias a la que acudían intelectuales y poetas

viernes, 29 de agosto de 2014

Tres poemas de Juan Ramón Jiménez

 

JARDÍN

Yo no sé cómo saltar
desde la orilla de hoy
a la orilla de mañana.

El río se lleva, mientras,
la realidad de esta tarde,
a mares sin esperanza.

Miro al oriente, al poniente,
miro al sur y miro al norte.

Toda la verdad dorada
que cercaba al alma mía,
cual con un cielo completo,
se cae, partida y falsa.

Y no sé cómo saltar
desde la orilla de hoy
a la orilla de mañana.

                       De "Estío"                     Juan Ramón Jiménez





TE DESHOJÉ COMO UNA ROSA...



Te deshojé como una rosa,
para verte tu alma,
y no la vi.

Mas todo en torno
-horizontes de tierra y de mares-,
todo, hasta el infinito,
se colmó de una esencia
inmensa y viva.
                                                  De Diario de un poeta recién casado           


                                                                         Juan Ramón Jiménez




Y YO ME IRÉ. Y SE QUEDARÁN LOS PÁJAROS... /
 EL VIAJE DEFINITIVO



Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando. 

                                De Poemas agrestes   Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. Abandonó sus estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla para dedicarse a la pintura, pero definitivamente orientó sus pasos hacia la literatura. En 1900 se trasladó a Madrid y publicó sus dos primeros libros de poemas Ninfeas (impreso en tinta verde) y Almas de violeta (en tinta violeta). Desde Madrid  viajaría a Francia y a Estados Unidos. En 1916, en Nueva York, contrajo matrimonio con la escritora y traductora Zenobia Camprubí (1887-1956) y al iniciarse la guerra civil, vivirían sucesivamente en Estados Unidos, Argentina, Cuba y Puerto Rico. Murió en San Juan de Puerto Rico en 1958, dos años después que su esposa Zenobia y de que   le concedieran el Premio Nobel de Literatura.

Arias tristes (1903) y Jardines lejanos (1904) son de inspiración modernista con poemas muy elaborados dotados de musicalidad y cromatismo.
Baladas de Primavera (1910) o La soledad sonora (1911) suponen una apertura hacia nuevos ritmos. Van desapareciendo los elementos modernistas para dar paso a un estilo sobrio y desnudo que revela mayor esfuerzo intelectual. Ahora la realidad externa –árbol, luz, pájaro, agua..._ existirá como mera imagen del mundo interior del poeta.
Diario de un poeta recién casado (1917) fue escrito durante su viaje a Estados Unidos, cuando se casó con Zenobia. Contiene ritmos inspirados por el movimiento de las olas, combina el verso libre con prosas. “Oh mar, mar verdadero;/ por ti es por donde voy-gracias, alma!- al amor!
En ti estás todo, mar, y sin embargo/ ¡qué sin ti estás, qué solo/ qué lejos, siempre, de ti mismo!” leemos en el poema “Soledad” que finaliza con una exclamación: “¡Qué plenitud de soledad, mar sólo! “
Siguen otros libros:  Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919) y uno de los puntos más altos de su poesía, Estación total, un libro escrito entre 1923 y 1936, aunque no llegó a publicarse hasta 1946. La identificación del poeta con la belleza, con la plenitud de lo real, con el mundo, es casi absoluta. La palabra aúna abstracción y realidad, y el poeta se hace “poeta total”, ejemplo de fusión entre el sujeto y el universo, sin que ello implique abandonar la singularidad de la propia voz.
Sus  escritos en prosa reunidos en Españoles de tres mundos (1942) empezaron a publicarse en diarios y revistas antes de su exilio. Otro libro suyo escrito en prosa poética —y al que le debe gran parte de su fama universal— es Platero y yo (1914)
En Animal de fondo construye el símbolo con un lenguaje próximo a una religiosidad inmanente y panteísta. La poesía antes que palabra es conciencia; inteligencia que permite al poeta nombrar. El tiempo acaba fundiéndose con el espacio. El poeta simbolista y romántico, metafísico después y puro —que configuran al Juan Ramón Jiménez más hondo e intenso—, se revela finalmente como un visionario y metafísico que mantiene una alta tensión poética a partir de iluminaciones nacidas en lo profundo de su sensibilidad.