Hace
quince años, en la madrugada del 14 de julio del año 2000, fallecía Damián
Iribarren, a los 73 años. En su memoria comento uno de sus numerosos libros que dejó inéditos. Se trata de Risa y
ternura de unos papeles (sahats,
2006)
Es
un conjunto integrado por cuarenta y tres sonetos en torno a los caprichos y
aguafuertes de Goya. Y la primera referencia de Risa y ternura... se remonta al año 1984 cuando Damián
Iribarren residía en Zaragoza. Con el título Cuatro sonetos para el amor agrupaba
los caprichos correspondientes al número 33 “Al Conde Palatino”, número 43 “El sueño de la razón produce
monstruos”, número 61 “Volaverunt” y número 75 “No hay quien nos separe”. Esta versión inicial difería formalmente de la
definitiva y carecía de la numeración, el título y la descripción que acompaña
ahora a cada soneto.
En
el capricho 33, la actitud dubitante adoptada por el autor se contrapone a la
del Conde Palatino. No hay que fiarse de lo que anuncian charlatanes ni falsos
maestros, el verdadero sabio desconfía. El yo poético manifestado en primera persona
padece “dolor de dudas” como quien padece dolor de muelas y busca alivio y
remedio.
En
el capricho 43 El sueño de la razón produce monstruos con oraciones enunciativas expresadas en
infinitivo y alternancia de términos contrapuestos: dormir – despertar, razón –
fantasía, nos va desvelando su
concepción del sueño y de la vida.De entrada manifiesta su rechazo a esa visión
del soñar que deja dormir a la razón y anula el pensamiento. En definitiva, el
sueño como fruto de la razón, unido a la esperanza edifican al hombre, mientras
que locura y fantasía lo destruyen poblando la razón de veleidades Y no es
verdadero amor perderse en veleidades como sucede en el Capricho 61 Volaverunt
que con fina ironía señala en el primer verso “Perder el juicio,
si es de amor no importa” para
concluir con una reflexión sobre el amor loco.
Posteriormente,
en 1987 con Cuatro caprichos de Goya nos mostraba el número 3 “Que viene el Coco”, número 5 “Tal para cual”, número 15 “Bellos consejos” y número 16 “Dios la perdone y era su madre”.
En
el capricho 3 Que viene el Coco se
subraya la importancia de la
educación. No es bueno educar a los niños obligándoles a temer lo que no
existe. Lo que parece más razonable es:
que el
hombre a sus temores ponga freno.
Que la vida es gozosa fantasía
si se quita de encima tanto “Coco”
Sobre
la crianza negligente, excesivamente tolerante y permisiva que hace de los
niños caprichosos soberbios, perezosos e insufribles, versa el capricho 4 El
de la rollona.
En el capricho 5 Tal para cual intenta reflejar cómo la mala educación engendra vicios y confusión. “...Y nadie sabe / si es dueño, comprador o mercancía.” En determinadas situaciones el mundo aparece como feria y mercado.
El
capricho 15 Bellos consejos
se decanta en defensa del libre albedrío y la plena autonomía personal. Desde
el punto de vista de la perspectiva, se dirige a un tú. Y no digas que el
agua se hace río // y no
digas que el agua se congela... Logra
hacer del agua toda una metáfora y personificación. El agua mira, piensa, duda,
encauza su albedrío. Ni pide fuego al sol ni al viento remo.
El
capricho 16 Dios la perdone y era su madre retrata el desapego, la indiferencia e incluso el
desprecio de una hija hacia su madre. Dada a la prostitución y ocupada en sus
afanes, no reconoce a su madre que, anciana y tullida, va pidiendo limosna.
Miserias de la condición humana a las que dirige una mirada de piedad, como en ¡Pobrecitas! (capricho 22)
Denuncia
la desigualdad. Un mismo comportamiento, según la procedencia social, no se observa ni juzga de igual
manera “pobreza prostituye y cárcel gana. / Pasión de dama rica es desvarío
/ de amor, locura, engaño que obsesiona.”
En
Tú que no puedes (capricho
42) utiliza la humildad y dureza de la piedra como símbolo y metáfora de los
pobres y clases útiles de la sociedad, que son quienes cargan con todo el peso
de las contribuciones del estado y sirven para dar fama y gloria a los
poderosos.
Mientras
tanto las piedras que sostienen
y
aguantan estructuras, peso y frío
nadie
sabe ni el nombre que han tenido.
Un
motivo como la ira es tratado en Se quebró el cántaro (capricho 25) donde una madre colérica pega una
zurra a su hijo por haber roto un cántaro.
La
codicia y avaricia asoma en Muchachos al avío (capricho 11), A caza de dientes (capricho 12), ¿Por qué esconderlos? (capricho 30). En este último contrasta el
planteamiento del autor con el contenido de la imagen donde un anciano que
intenta esconder dos bolsas de dinero, es objeto de risa por parte de cuatro
personajes que aparecen tras él. ¿Por qué los esconde? Porque no quiere gastar. Aún viejo y
enfermo teme que le ha de sobrar vida y faltar dinero.
Se
repulen (capricho 51) desprende
cierto tufillo a corruptela. Refiere la complicidad existente entre empleados ladrones que se ayudan
y disculpan con la protección del jefe, que les cubre haciendo sombra con sus
alas monstruosas
La pereza toma forma en el capricho 29 Esto sí que es leer donde se ve sentado un caballero que lleva puesto un peinador. Mientras sus criados le peinan y calzan, el ilustre caballero lee, duerme y estudia.
La apatía que invade a
los Chinchillas y hace de ellos seres inútiles, se ve reflejada en el capricho
50. ¿Quiénes son los Chinchillas? Se asemejan a momias que ni oyen, ni saben,
ni hacen nada.
Al
final, una llamada a la diligencia expresada con la urgencia de tres
imperativos:
“Escucha, aprende, haz algo. / Que
ese frío no pasme el alma.” Insistiendo
en el mismo tema Mejor es
holgar (capricho 73)
¿Cuándo es mejor holgar? Cuando no se disfruta del trabajo que se realiza y
todo se embrolla, se enreda y se complica cual madeja enmarañada.
Si
quieres mi consejo y tienes ganas
el
sueño despabila, cava el huerto,
derrama
la simiente y canta al viento.
Estos
son sólo algunos de los aspectos más significativos de este libro. En días
sucesivos iré seleccionando alguno de los sonetos.
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